XXXIV

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Estos días me siento… fuera de lugar. Como si algo estuviera por ocurrir, pero no pudiera verlo, como si la corriente que arrastra todo estuviera tan cerca que ni siquiera me doy cuenta de cuándo me va a tocar. Algo se está fraguando, algo grande, y yo, como siempre, parezco el último en enterarme.

El castillo está tranquilo, demasiado tranquilo, casi en silencio. Los sirvientes van y vienen, pero no hay risas ni conversaciones que hagan que todo esto parezca normal. Ni siquiera Aric parece estar él mismo últimamente. Está en su propio mundo, como si todo lo que ocurriese a su alrededor no le importara, incluso me esquiva. Me repite que necesita mantener la mente ocupada, que lo deje en paz y que me ocupe de Emily. Yo, la verdad, no lo entiendo.

Emily… Ella también está rara, cada vez que intento acercarme, parece nerviosa, como si me evitara. Yo trato de bromear, de hacerla reír, pero parece que cualquier cosa que diga la hace encogerse un poco más. ¿Qué pasa con ella? ¿Por qué actúa así? No puedo evitarlo, algo en su forma de mirarme me hace sentir que hay algo más. Pero, no. Ella… no puede ser. No soy tonto, pero es tan difícil de creer, especialmente con todo lo que está pasando, ¿verdad?

En fin, decidí que lo mejor sería mandar a Helena a entregar las invitaciones para la boda. Con todo el caos de los últimos días, necesito mantenerla lo más lejos posible de Aric y de Emily. Si eso significa que se encargue de las invitaciones, pues que lo haga. Que se mantenga ocupada. Es lo único que puedo hacer para que no se cruce en mi camino, y sobre todo, en el de Emily. Helena no entiende lo que está pasando, pero yo… yo veo algo que ella no. Hay demasiada tensión, demasiados secretos flotando en el aire.

Mi lobo, sin embargo, no deja de rondar mis pensamientos, como siempre.

—**¿Qué pasa con Emily, Elio?** —Su voz rasposa se filtra en mi mente, como un susurro que nunca se va.

Cierro los ojos y respiro hondo. ¿Por qué ahora, de todas las veces, me está pidiendo explicaciones? Mi lobo sabe cómo hacerme sentir incómodo, como si todo estuviera a punto de estallar.

—**No lo sé,** —respondo, mirando al frente, como si hablarle de esa forma fuera algo más sencillo—. **Es raro. Cada vez que me acerco, se pone nerviosa. Y no sé por qué.**

El lobo gruñe en mi mente, su tono serio, como si estuviera algo molesto.

—**¿Estás seguro de que no lo sabes?** —El susurro de su voz es más agudo esta vez, más insistente—. **Hay algo más, ¿verdad? Lo percibo. Ella…** —Su tono se suaviza, pero yo sé que está buscando algo más.

Me recuesto contra la pared y cierro los ojos. La verdad es que no estoy tan seguro. Algo dentro de mí me dice que está ocurriendo algo con Emily, pero, no… no quiero ser tan directo con mis pensamientos. Elio, el tipo que siempre se mantiene firme, siempre con la cabeza fría, no puede caer en esto. O al menos, no ahora.

—**No lo sé,** —repito, esta vez con más convicción, aunque mis palabras se sienten vacías, incluso para mí—. **Estoy tratando de no pensar en eso. Si está pasando algo entre nosotros, ya lo sabré. Y si no… no quiero forzarlo.**

El lobo se ríe de forma amarga en mi mente.

—**Eres un idiota, Elio.** —Su risa es burlona, como si supiera algo que yo no—. **Ella te quiere. Tú también lo sabes.**

Frunzo el ceño, molesto. ¿Qué está diciendo?

—**Cállate. No sé de qué hablas.** —Mi voz se endurece, pero el lobo sigue ahí, observando, como siempre, como un espectador que no puede callarse.

—**No te engañes. No eres tan tonto. Ella se pone nerviosa cada vez que te acercas. No lo quieres ver, pero lo sabes.** —El lobo me hace sentir incómodo, sus palabras como una descarga de adrenalina que me hace dudar.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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