XXVII

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Terminamos de juntar las flores, riendo y disfrutando de la compañía mutua

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Terminamos de juntar las flores, riendo y disfrutando de la compañía mutua. Sin embargo, mientras miraba a Emily sonreír, sentí una creciente inquietud en mi interior. Mi lobo estaba alborotado, casi exigiendo salir y reclamar su territorio.

"Aric, ¿qué estás esperando? ”me instó, su voz resonando en mi mente". ¿Vas a dejar que se aleje?"

"¡Cálmate! "respondí mentalmente, intentando contener la urgencia que sentía". No podemos ser imprudentes. No quiero que esto se convierta en un desastr"e.

"Desastre o no, no puedes dejarla ir así. Eres un rey, y ella es nuestra. ¿Vas a dejar que alguien más se interponga?"

'"Lo sé, pero no puedo arriesgarme. Ella necesita tiempo y espacio. Y tú sabes que los instintos no son siempre lo más sensato."

La lucha entre mi lobo y yo era constante. Él quería más, quería reclamar a Emily de inmediato, mientras que yo sabía que debía ser paciente. Finalmente, tomé una respiración profunda y decidí que era mejor alejarme antes de que mi lobo cometiera alguna locura.

—Voy a volver al palacio —le dije, resoluto—. Necesito pensar.

A medida que me alejaba del jardín, el aire fresco me calmó un poco. Entré al palacio, notando que Elio me esperaba en la entrada con una sonrisa burlona en su rostro.

—Mira quién regresa de su "cita romántica" con la florista —dijo, riendo mientras se cruzaba de brazos—. Espero que no hayas hecho nada de lo que te puedas arrepentir.

—Oh, cállate —le respondí, tratando de parecer despreocupado mientras me dirigía hacia él. Sin embargo, su risa me hacía sentir que había algo más de lo que él sabía.

Elio sacó un pañuelo de su bolsillo, uno que reconocí de inmediato como perteneciente a Emily.

—Aquí tienes —dijo, agitándolo con picardía—. Tu nueva "prenda de amor". No sé si deberías tenerlo, podría hacer que tu lobo se vuelva loco otra vez.

—No digas tonterías —le dije, aunque no pude evitar sonreír mientras tomaba el pañuelo de sus manos—. Solo lo guardo como un recuerdo.

—Claro, un recuerdo —repitió Elio, con una ceja levantada—. Seguro que es solo eso.

Me giré para ir hacia mi habitación, sintiendo el peso del pañuelo en mi mano. Era un simple trozo de tela, pero para mí representaba algo mucho más profundo.

—Recuerda—dijo Elio mientras me alejaba—, si decides seguir por ese camino, asegúrate de que sea el correcto. No querrás arruinar lo que podrías tener con ella.

Lo ignoré, aunque sus palabras resonaban en mi mente. Cuando llegué a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí, sintiendo la necesidad de estar a solas. Tomé el pañuelo y lo llevé a mi nariz, inhalando el dulce aroma de Emily. Era como una mezcla de flores frescas y algo más, algo que solo ella poseía.

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