XXVI

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Salí del cuarto de Aric con el corazón martillándome en el pecho, como si mis propios pasos fueran una advertencia de lo que acababa de ocurrir

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Salí del cuarto de Aric con el corazón martillándome en el pecho, como si mis propios pasos fueran una advertencia de lo que acababa de ocurrir. Me aseguré de que nadie estuviera cerca antes de cerrar la puerta con cuidado, aunque la urgencia dentro de mí me pedía que corriera. Si Elio me encontraba allí... bueno, prefería no pensar en eso. Él me había advertido explícitamente que no me acercara a Aric durante su celo, pero ¿cómo podía explicarle lo que había pasado?

Las paredes del pasillo parecían más altas y sofocantes mientras caminaba apresuradamente, como si cada rincón pudiera albergar un testigo de nuestro secreto. Me repetía que todo estaba bien, que solo tenía que llegar a mi cuarto sin ser vista, pero mi mente seguía enredada en los recuerdos de lo que había pasado dentro de esa habitación. Las manos de Aric en mi cuerpo, su risa, sus palabras susurradas... "Conejita, acabas de entrar en la boca del lobo."

Mi rostro se encendió de nuevo solo con recordarlo. Estaba reviviendo cada segundo cuando, de repente, me encontré girando la esquina del pasillo más rápido de lo que esperaba y casi me choqué de lleno con un guardia que estaba patrullando.

-¡Disculpa! -exclamé, rápidamente apartando la mirada y escondiendo mi nerviosismo.

El guardia me miró con curiosidad, pero simplemente asintió y siguió su camino, para mi alivio. Agradecí en silencio que no hiciera más preguntas. Con suerte, nadie sospecharía de dónde venía.

Mientras avanzaba, el eco de mis pasos resonaba en el suelo de mármol, recordándome que debía mantener la calma. "Solo llega a tu cuarto," me dije una y otra vez. El castillo, por lo general, me resultaba familiar y acogedor, pero ahora cada pasillo me parecía un laberinto interminable. La sensación de que alguien podía aparecer de repente y descubrirme hacía que mi corazón siguiera latiendo aceleradamente.

Finalmente, llegué a mi habitación. Empujé la puerta y la cerré detrás de mí con un suspiro de alivio. Me apoyé contra ella, intentando recuperar el aliento. Miré alrededor del cuarto, buscando algo de consuelo en los objetos familiares: los libros que había dejado sobre la mesa, la cama perfectamente arreglada. Todo parecía igual, pero yo sabía que nada lo era.

Mi mente no podía apartarse de Aric. Lo que había ocurrido entre nosotros, lo que habíamos compartido... era todo demasiado, demasiado intenso. Me mordí el labio inferior, sintiendo el calor subir de nuevo a mis mejillas. ¿Cómo iba a poder enfrentarme a él ahora? ¿Cómo actuaría cuando lo volviera a ver? Y peor aún, ¿qué diría Elio si se enterara?

-Oh, Elio -murmuré para mí misma, sintiendo el peso de la preocupación. Él había sido tan claro en que no me acercara a Aric, y yo... lo había hecho todo lo contrario. "Espero que no se entere," pensé con cierta culpa.

Me dejé caer en el borde de la cama, mirando hacia la ventana y perdiéndome en el cielo nublado del exterior. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones: una mezcla de excitación, miedo y una profunda incertidumbre. No podía negar lo que sentía por Aric, pero al mismo tiempo, todo se estaba complicando de formas que nunca había imaginado.

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