XVII

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El amanecer llegó lentamente, trayendo consigo un cielo gris y nublado

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El amanecer llegó lentamente, trayendo consigo un cielo gris y nublado. Apenas había dormido, y mi cuerpo lo sentía. La noche anterior había sido un caos, y mi lobo seguía inquieto, gruñendo en el fondo de mi mente, recordándome lo cerca que habíamos estado de perder el control. Pero hoy había otro desafío: la llegada de Lady Evelyn. Aunque intentaba concentrarme en ese deber, el recuerdo de Emily y la tensión entre nosotros seguía rondándome.

Salí de mi despacho temprano, decidido a recibir a Lady Evelyn en la entrada del palacio. Mientras caminaba por los pasillos, mis pensamientos no dejaban de volver a la noche anterior. El recuerdo de estar bajo la cama de Emily, luchando contra mi lobo, me hizo apretar los puños. Sabía que ella estaba enojada, y con razón. No solo la había dejado sin respuestas la noche anterior, sino que además, aunque ella no lo supiera, había cruzado un límite.

"¿Deberías hablar con ella?", sugirió mi lobo, aunque su tono era más un desafío que una recomendación.

"No ahora", le respondí en mi mente, con firmeza. "Primero, tenemos que ocuparnos de Lady Evelyn."

"Siempre aplazas lo importante", replicó mi lobo, su voz cargada de desdén. "¿Qué tan difícil es pedir disculpas?"

"Es más complicado que eso y lo sabes", respondí, intentando mantener la calma. Mi lobo estaba impaciente, y su energía impulsiva solo hacía que mi propia frustración creciera.

"Sigues buscando excusas. Admitir tus errores sería más simple si no fueras tan terco", replicó, antes de sumergirse de nuevo en sus gruñidos de descontento.

Llegué al vestíbulo justo cuando los sirvientes estaban terminando de preparar la entrada para recibir a Lady Evelyn. El aire estaba cargado de la frescura matutina, y una leve brisa atravesaba las puertas abiertas del palacio. No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el sonido de un carruaje acercándose. Me enderecé, adoptando una postura formal mientras el vehículo se detenía frente a la entrada principal.

El carruaje de Lady Evelyn era elegante, decorado con detalles dorados y oscuros que reflejaban su estatus. La puerta se abrió, y Evelyn bajó con la gracia y seguridad que siempre la caracterizaban. Llevaba un vestido verde oscuro que resaltaba sus ojos, y su expresión, aunque serena, no pudo ocultar la leve sorpresa al ver a Emily allí, de pie a mi lado.

Emily había decidido acompañarme a recibir a Lady Evelyn, pero su expresión era un claro reflejo de lo que sucedía entre nosotros. Aunque su saludo a Lady Evelyn fue cortés, no había calidez en su voz, solo una familiaridad medida, como si intentara mantener la compostura a pesar de su malestar.

—Lady Evelyn —saludó Emily, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto—. Bienvenida de nuevo.

—Lady Emily —respondió Evelyn con una sonrisa, aunque sus ojos rápidamente se desviaron hacia mí, notando la tensión en el aire. Evelyn siempre había sido observadora, y era evidente que percibía la incomodidad entre Emily y yo. Su mirada inquisitiva no pasó desapercibida para ninguno de los dos.

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