XV

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Los rayos del sol comenzaban a filtrarse por la gran ventana, llenando la habitación de una luz suave

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Los rayos del sol comenzaban a filtrarse por la gran ventana, llenando la habitación de una luz suave. Abrí los ojos, aún confusa por el sueño, y sentí un brazo alrededor de mi cintura. Al girar la cabeza, vi a Aric durmiendo a mi lado. El pánico se apoderó de mí por un momento, y sin pensarlo, lo empujé con todas mis fuerzas.

—¡Conejita! —exclamó Aric, sorprendido mientras caía al suelo—. Esperaba que me dieras un beso, no que me tiraras al suelo.

Me llevé la mano a la boca, sorprendida, y recordé que le había pedido que se quedara conmigo. Parecía que ambos nos habíamos quedado dormidos.

Lo siento mucho, Aric —dije, apenada, ayudándolo a levantarse.

—Está bien —respondió, esbozando una sonrisa mientras se sentaba en la cama—. En un rato regresaremos al castillo.

¿Pero y la fiesta? —pregunté, confundida.

No importa. La situación se ha vuelto incómoda y, si algo pasa, no sé cuánto pueda mantener mi calma —respondió con seriedad.

Me levanté para ir a cambiarme, pero Aric me detuvo suavemente, poniendo una mano en mi hombro.

—Emily, antes de que te vayas ... —dijo, vacilante—. Quisiera ver la marca que dejó en tu cuello. ¿Me das permiso?

Asentí, aunque nerviosa, y giré un poco para que pudiera verla. Aric se acercó y observó la marca con detenimiento.

No te favorece para nada —dijo con un suspiro—. Yo podría dejar una mejor.

Lo miré, confundida, pero antes de poder responder, sentí su lengua rozar la marca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, seguido por un suspiro involuntario de placer. Aric entonces besó la marca, suavemente, y me sentí sonrojar al instante.

—¡Aric! —exclamé, avergonzada, mientras le lanzaba una almohada.

Él la atrapó, riendo.

—¿Qué? Solo estoy ayudando a que te sientas mejor —dijo con una sonrisa traviesa—. Y creo que lo estoy logrando.

Me crucé de brazos, intentando ocultar mi sonrojo.

—Está bien, vamos a regresar al castillo, pero no vuelvas a hacer eso sin mi permiso —dije, tratando de mantenerme seria.

—Lo prometo —respondió, aún sonriendo—. Ahora, ve a cambiarte. Estaré esperando.

Me dirigí al cuarto, aún sintiendo el calor en mis mejillas. Mientras me cambiaba, no podía dejar de pensar en la ternura y protección que Aric había mostrado. Quizás, solo quizás, había más en él de lo que había visto hasta ahora.

Entré al y cerré la puerta detrás de mí, apoyándome contra ella mientras trataba de calmar mi respiración. Me miré en el espejo, viendo la marca en mi cuello que Lord Alden había dejado y recordando cómo Aric la había tocado con tanta suavidad. ¿Qué significaba todo eso?

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