Antes de ir a encerrarme en el cuarto más alejado del castillo, con toda la ola de calor y el mareo, me choqué con uno de mis guardias.-¿Su majestad, todo bien? -preguntó preocupado.
-Sí, solo es mi celo. Avisa a la Cámara de Lores que se suspenden las reuniones -respondí, intentando mantener la compostura. El guardia asintió y comenzó a alejarse. -Espera, también informa a todos los omegas que hay en el castillo que se tomen unos días para evitar inconvenientes.
El guardia se alejó corriendo. Llegué a mi cuarto y, una vez que cerré la puerta con llave, ya no recuerdo más nada de esa noche.
Al otro día por la mañana, escuché un toque en mi puerta. Era un guardia, un beta, que me informó que había dejado mi desayuno en la puerta.
-Gracias -respondí, mi voz áspera por la falta de descanso.
Pasé el día en un estado de adormecimiento, la fiebre del celo nublando mis pensamientos y sentidos. Por la tarde, mientras descansaba, comencé a sentir un aroma familiar a lavanda que se filtraba por la puerta. Era el aroma de Emily.
"Ella está aquí, huele tan bien. Déjala entrar."
"No. No podemos. No ahora."
"¡Pero es perfecta! Es lo que necesitamos. ¡Déjala entrar!"
"Cálmate. No vamos a involucrarla en esto."
El lobo dentro de mí se retorcía con emoción, mientras yo intentaba mantener el control. Sentirla tan cerca, pero tan inalcanzable, era una tortura.
"Ella nos aliviaría, Aric. Sabes que lo haría."
"No. Es demasiado peligroso para ella."
Pasaron los días y mi celo continuó, lo más intenso duró una semana. Cada día, el aroma de Emily se hacía presente, y cada día mi lobo se emocionaba más, mientras yo me mantenía firme en mi negativa.
Una tarde, al sentir el aroma de lavanda más fuerte que nunca, supe que Emily estaba justo al otro lado de la puerta. Mi lobo comenzó a luchar con más fuerza.
"¡Ábrela! ¡Déjala entrar!"
"No. No puedo hacerle esto. No podemos."
Me levanté y me acerqué a la puerta, mi mano temblando sobre el pomo.
"¡Hazlo, Aric! ¡Ella nos necesita!"
"No. Es mejor así."
Tomé una profunda respiración, tratando de calmar tanto a mi lobo como a mí mismo. Me aparté de la puerta y me dejé caer en la cama, cerrando los ojos con fuerza, intentando bloquear el aroma y las súplicas de mi lobo.
El tiempo pasó en una mezcla de dolor y deseo. Finalmente, cuando el peor momento del celo empezó a pasar, me sentí más lúcido, aunque aún débil. Decidí salir de mi encierro, vistiéndome con mi traje más decente. Una vez fuera, vi cómo un guardia junto a una sirvienta se me acercaban.
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Lazos de Luna
WerewolfLazos de Luna Un mundo dividido por antiguas rivalidades y secretos ancestrales. En este épico relato, seguimos los pasos de Emily, una joven cuya vida cambia drásticamente cuando se convierte en un peón en el juego de poder entre los reinos de Dawn...