XXV

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El jardín estaba tranquilo esa mañana, los rayos del sol se filtraban suavemente a través de las hojas, proyectando sombras danzantes sobre la mesa de desayuno que compartía con Elio

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El jardín estaba tranquilo esa mañana, los rayos del sol se filtraban suavemente a través de las hojas, proyectando sombras danzantes sobre la mesa de desayuno que compartía con Elio. El aire fresco de la mañana traía consigo el perfume de las flores, y por un momento, todo parecía en paz. Emily movió el tenedor sobre su plato, sin mucho apetito, mientras veía cómo Elio terminaba el último bocado de su tostada con total tranquilidad.

—Supongo que estos días serán un poco más... monótonos sin Evelyn —comenté, intentando ocultar mi inquietud.

Elio se inclinó hacia atrás en su silla, mirando hacia los arbustos cercanos con una sonrisa relajada.

—Te entiendo. A veces, cuando uno se acostumbra a ciertas personas, su ausencia parece dejar un vacío extraño. Pero no te preocupes, no estarás sola todo el tiempo. Además, seguro encuentras algo con lo que entretenerte —dijo, mientras jugueteaba con su taza de té.

El pensamiento de pasar los próximos días sin Evelyn me hizo sentir una ligera opresión en el pecho. No es que fuera mi única compañía, pero su presencia me daba cierto consuelo. Sin ella,  el castillo se sentía más vacío, más grande de lo que ya era.

—¿Y tú? ¿Qué harás mientras tanto? —pregunté, intentando cambiar de tema.

—Me encargo de algunos de los asuntos que Aric normalmente supervisaría. Cartas que hay que enviar, hablar con los Lores... todo lo que implica el mantener el reino en orden, básicamente. Hoy tengo una junta con algunos de ellos, que ya estaba planeada antes de... bueno, ya sabes —dijo, refiriéndose al estado de Aric con una sonrisa ligera.

Suspiré, mirándolo con atención. A pesar de su tono despreocupado, podía ver que Elio se tomaba sus responsabilidades en serio, y yo no podía evitar sentir cierta preocupación por Aric, aunque no lo quisiera admitir.

—Te advierto algo, Emily —dijo Elio de repente, cambiando a un tono más serio—. No vayas a ver a Aric. Al menos no por ahora. No es el mejor momento para estar cerca de él.

Fruncí el ceño, incómoda ante su advertencia. Sabía lo que me quería decir, pero la preocupación que crecía en mí no desaparecía.

—¿Por qué lo dices? —pregunté, aunque ya intuía la respuesta.

—Porque aunque Aric tiene un gran autocontrol, el celo es complicado. No es solo algo físico, afecta su mente, sus emociones. Podría ser... peligroso para ambos —explicó con una calma que parecía ensayada, como si no quisiera alarmarme demasiado.

Asentí lentamente, aunque no estaba del todo convencida. Mi mente se llenaba de preguntas, pero sabía que insistir no cambiaría nada. Elio tenía razón. Debería mantenerme alejada.

—Lo entiendo. Lo evitaré —mentí, aunque una parte de mí ya dudaba de si podría mantener esa promesa.

Elio se levantó de la mesa, dándome una mirada reconfortante antes de acomodarse la capa y alistarse para irse.

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