XXII

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El calor entre nosotros era palpable, casi tangible

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El calor entre nosotros era palpable, casi tangible. Podía oler el nerviosismo en ella, la duda, pero también algo más profundo, algo que me atraía con la fuerza de una tormenta. Cuando Emily se inclinó hacia mí, sus labios buscando los míos, mi cuerpo reaccionó de inmediato. Mi lobo estaba inquieto, rugiendo dentro de mí, reclamando lo que consideraba suyo. Me tomó todo el control no dejar que ese deseo primitivo me sobrepasara.

Su boca era suave y cálida, y al sentirla de nuevo, algo se encendió en mi pecho. La presión de sus labios contra los míos despertó ese instinto que había estado latente desde que supe que ella era la elegida. La besé más profundo, dejándome llevar por el impulso, mi mano subiendo lentamente por su espalda, afianzando ese contacto que tanto ansiaba.

"Más", gruñó mi lobo. "Hazla tuya."

Su voz estaba en mi cabeza, envolviéndome en esa necesidad. Cada fibra de mi ser quería marcarla, reclamarla, asegurarme de que ningún otro alfa la tocaría jamás. Pero no podía. No de esa manera. No sin que ella lo quisiera también. Cerré los ojos, luchando contra la fuerza arrolladora del lobo que me exigía más. Era un constante tira y afloja, entre el hombre y la bestia.

Emily se apartó ligeramente, respirando con dificultad, sus mejillas ruborizadas y sus ojos brillantes con una mezcla de deseo y confusión. No quería asustarla, pero era evidente que ella también estaba atrapada en este fuego. Lo sentía en la forma en que su cuerpo se movía hacia el mío, como si hubiera una atracción imposible de evitar.

-Emily... -susurré, mi voz ronca, cargada de deseo-. Esto... no puedo controlarlo del todo.

Ella me miró, sus ojos buscando respuestas, aunque ya sabía que había algo más detrás de todo esto.

-¿Qué es lo que no puedes controlar? -preguntó en voz baja, su mano descansando en mi pecho, sintiendo los latidos acelerados de mi corazón.

-A mí -respondí, luchando por mantener la calma-. Al lobo. Él te quiere tanto como yo. Tal vez más.

-Aric... -susurró mi nombre como una súplica, y el sonido de su voz hizo que mi lobo gruñera dentro de mí. "Mía."

No pude contenerme. Antes de que pudiera detenerme, la tomé por la cintura, acercándola a mí, sintiendo cómo su cuerpo encajaba perfectamente con el mío. Mi nariz se deslizó por su cuello, inhalando profundamente su aroma, ese dulce y único olor que me volvía loco.

-¿Sabes lo difícil que es para mí? -murmuré contra su piel-. Estar tan cerca de ti y no hacerte mía.

Mis palabras la hicieron estremecer, y lo sentí a través del contacto de nuestros cuerpos. Mi lobo estaba al borde de perder el control, queriendo marcarla en ese mismo momento, pero me aferré a la última pizca de razón que tenía.

Lazos de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora