XXIX

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A medida que la reunión avanzaba, las estrategias de Alden se iban consolidando

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A medida que la reunión avanzaba, las estrategias de Alden se iban consolidando. Los nobles reunidos empezaban a proponer ideas, cada cual más ambiciosa que la anterior, y el ambiente en la sala se cargaba de expectativas. Alden, con la mirada calculadora y fría, escuchaba cada sugerencia, seleccionando cuidadosamente las que mejor se adaptaban a su objetivo final.

—Nuestro primer paso debe ser atacar la lealtad del ejército —dijo Alden, levantándose de su asiento y caminando por la sala con un aire de confianza—. Sabemos que muchos soldados están descontentos por la manera en que Aric ha manejado las recientes tensiones en las fronteras. Si logramos sembrar discordia entre los rangos, debilitaremos su capacidad de respuesta.

Lord Cedric, un hombre con una cicatriz profunda en la mejilla y voz ronca, asintió lentamente.

—Conozco a varios comandantes que no están del todo satisfechos con la forma en que se maneja la política militar. Especialmente aquellos que aún tienen resentimientos por las decisiones de Aric durante la última campaña en el norte —dijo con gravedad.

—Exactamente —respondió Alden, deteniéndose frente a Cedric—. Necesitamos aprovechar esas grietas. Quiero que inicies contacto con ellos, pero con cautela. La traición abierta no es nuestro objetivo inmediato. Debemos ser astutos, Cedric, y ganar su confianza poco a poco.

—Eso lo puedo manejar —respondió el veterano guerrero, su semblante endurecido por los años de batalla.

Alden volvió a su asiento, mientras Lady Clarisse se inclinaba hacia adelante, con una expresión de interés.

—La nobleza más joven —comenzó—. Aquellos que acaban de heredar sus títulos y aún no tienen plena lealtad hacia el rey... son maleables. Sus ansias de poder los hacen susceptibles a promesas de alianzas más favorables. Propongo que organice una serie de eventos sociales y me infiltre en sus círculos, ofreciendo un futuro más próspero si apoyan nuestra causa.

—Una excelente idea, Clarisse —dijo Alden con una sonrisa calculada—. Su juventud los convierte en presas fáciles. Su lealtad no es profunda, sino oportunista. Si les prometemos poder e influencia, serán nuestros aliados en poco tiempo.

Lady Clarisse asintió, satisfecha de haber ganado la aprobación de Alden. A continuación, otro noble tomó la palabra, un hombre de barba entrecana llamado Lord Faustus, conocido por su habilidad para las finanzas.

—El oro es poder, Alden. Si queremos que esta rebelión tenga éxito, debemos cortar los suministros económicos de Aric. Controlar las rutas comerciales y los impuestos es clave. Si logramos desestabilizar las finanzas del reino, el pueblo se volverá contra él cuando vea que la economía colapsa.

—Eso es algo que no podemos pasar por alto —dijo Alden, pensativo—. El control de los recursos será fundamental. Necesito que establezcas contacto con los gremios comerciales más importantes. Algunos ya están descontentos con los tributos que Aric ha impuesto para financiar sus campañas militares. Si logramos que se unan a nuestra causa, tendremos una ventaja significativa.

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