Rabieta

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— ¡Dame, que es mío!

— ¡Ya lo tuviste mucho tiempo!

— ¡Papá me lo dió a mí!

— ¡Tú dijiste que era de los dos!

Tras un desacuerdo y varias frases y gritos, el gemelo mayor terminó llorando, mientras el menos no dejaba de alegar todo lo que podía en su defensa.

Simplemente, un caos, hasta que un adulto intervino al ver el llanto.

— ¿Qué está pasando aquí?- Interrumpió Kardia la discusión de los gemelos.

— ¡Kanon no me quiere devolver el teléfono!

— ¡Saga ya lo tuvo todo el día en la escuela y en la casa de los abuelos!

Kardia bufó con cansancio. ¿En qué demonios estaba pensando Aspros para darle un teléfono a un niño de nueve años?

— A ver. Para empezar, los dos son demasiado pequeños para tener uno de estos sin supervisión.- Replicó el mayor, tomando el dispositivo.- Y por ahora, yo estoy ocupado aquí en la cafetería, y Asmita evitando que Shaka se convierta en frappé de nuevo, y que Milo en pastel de Red Velvet.

Ambos niños rieron ligeramente al recordar aquellas anécdotas. Tanto de cuando Shaka terminó lleno de crema batida, hasta cuándo perdieron a Milo y lo encontraron intentando abrir el horno dónde estaba cocinandose el pan para hacer pastel de Red Velvet.

— Así que terminen de comer sus sandwiches, sus papas, su ensalada y su té helado, y suban a hacer sus tareas.- Continuó el peli-violeta, despeinandoles con cariño el cabello.- Si terminan temprano, los llevaré un rato al parque a patinar. Aún tengo muchos trucos que enseñarles con la patineta. Incluso podríamos llevar a Milo y Shaka para que les enseñen lo que saben.

— Pero no es sábado.- Replicó Saga.

— ¿Y?

— ¿Qué hoy no cierra la cafetería hasta las 9:00?

— Ventajas de ser tu propio jefe: puedes dejar a tus empleados a cargo para darte una pequeña escapada de vez en cuando.- Sonrió Kardia, guiñando un ojo.- ¿Qué dicen?

Los gemelos se miraron por unos segundos, y finalmente asintieron.

Kardia los dejó comer tranquilos, y se retiró de vuelta a la cocina, para después subir las escaleras en busca de Asmita, encontrándose con un pequeño fugitivo de cabello violeta.

— Buen intento, pero la suerte no estuvo de tu lado esta vez.- Rió el Alpha mayor, alzando a su pequeño en brazos, para después ir en busca de Asmita.- ¿Se les perdió algo?

— ¿Dónde estaba esta vez?- Sonrió el Omega, terminando de colocarle un pañal limpio a su hijo mayor.

— Lo encontré acercándose a las escaleras a toda velocidad cuando venía subiendo.- Respondió, acariciando la mejilla de su bebé, que solo reía en sus brazos.- Solo venía para pedirte que guardaras esto.- Añadió, entregándole el teléfono decomisado a los gemelos.

— ¿Qué pasó ahora?- Preguntó Asmita, reconociendo el aparato.

— Estaban peleando por él.- Contó el Alpha.- No soy un anciano que crea que son "dispositivos del diablo", ni un obsesivo como Degel que no deja que su hijo vea ni a tres metros de distancia una pantalla de televisión. Pero para todo hay una edad, y definitivamente, ellos no están en la de tener un teléfono sin ninguna restricción de contenido ni supervisión.

— Lo sé.- Suspiró Asmita, tomando el teléfono para hacer una revisión rápida.- No parece que hayan hecho nada más que jugar el videojuego para el que les prestas tu teléfono, pero me encargaré de revisar y hacer un par de ajustes para que estén más seguros al usarlo.

— ¿En qué demonios estaba pensando Aspros al comprar eso?- Cuestionó Kardia al aire.- ¿Por qué pensó que darle un teléfono a Saga "por haber sido el primer lugar de calificaciones de su grupo" era buena idea?

— Eso quisiera yo saber, Kardia...- Suspiró Asmita, revisando el teléfono.

— ¡Tienen nueve años!, son niños, quieren su atención, un poco de amor, no su dinero.

— Lo sé, Kardia.- Mencionó Asmita, palmeandole el hombro.- Tranquilo, me encargaré de esto, porque sé de sobra que Aspros no va a prestarles nada de atención mientras esté con ellos.- Añadió.- Quédate tranquilo, ¿de acuerdo?

Kardia suspiró y finalmente asintió. Realmente le preocupan esos niños, los había cuidado desde que nacieron, eran casi unos hijos para él, y no soportaba ver la indolencia y desdén con que su padre los trataba.

Podía recordar cada momento de la vida de los gemelos, desde que eran tan solo unos bebés, hasta el presente. Sabía qué les gustaba y qué no, sus alergias, sus pasatiempos, sus sueños y metas a futuro, sus miedos, incluso como detener las peleas y rabietas... ¿Cómo no iba a amarlos como si fueran sus hijos?

No había diferencias entre ellos y Milo y Shaka. Los amaba a los cuatro por igual.

— De acuerdo.- Suspiró.- Confío en tí.

— Papa.- Sonrió Milo, abrazándose a su padre.

Kardia solo rió enternecido por su pequeño. Reconocía esa sonrisa y esos gestos, sabía que si lo dejaba, su pequeña copia iba a hacer una rabieta de talla olímpica.

— ¿Si te llevo por una rebanada de Red Velvet, aceptas quedarte con mamá y tus hermanos sin hacer escándalo?

El pequeño Alpha asintió con una sonrisa, causando la risa de sus progenitores.

— Bien, tú ganas, manzanita.- Sonrió Kardia, alzando al pequeño de ya un año en sus hombros, para llevarlo con él a la cocina.

Los empleados ya conocían al pequeño, y que de vez en cuando acompañaba a su padre, le tenían bastante aprecio a decir verdad.

— ¿Una rebanada de Red Velvet para el pequeño manipulador?

— La más grande que haya, Yato.- Le siguió Kardia la broma a su empleado.

El joven sonrió, y rápidamente fue en busca del pastel favorito del bebé, mientras el pequeño recibía toda la atención de los demás empleados.

No tomó más de un par de minutos que Yato volviera con lo solicitado, acompañado también de los gemelos. Kardia agradeció a todos por su atención, y tomó a los tres niños y el pastel para subir las escaleras y dejarlos a cargo de Asmita.

El Omega recibió a todos de vuelta, dejando a Milo comer el trozo de pastel en su silla. A Shaka jugar con unos bloques. Y los gemelos haciendo sus tareas escolares en la mesa de la sala.

— Bueno, ya debo volver al trabajo.- Mencionó Kardia, observando a todos.- Avísenme si necesitan algo.

— ¡Un cupcake de chocolate para mí!- Habló Kanon desde la sala.

— ¡Si terminas todas tus tareas, podrás comer todos los que quieras!- Rió Kardia, siguiéndole la broma al niño.

El pequeño Alpha solo rió, retomando sus tareas.

Kardia se despidió de su Omega con un pequeño beso en la frente, y se marchó escaleras abajo. El deber llamaba.

¡Qué bonita familia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora