Objeto de apego

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— Vaya que progresas rápido con el ukelele, Milo.

— Mi papá me ha estado enseñando.- Sonrió el pequeño Alpha, sosteniendo el instrumento que su padre le había regalado hace poco.- Dice que si aprendo a tocarlo, me comprará una guitarra como la suya en mi cumpleaños.

— Sí, Kardia sabe tocar muy bien la guitarra.- Sonrió Kanon.- Hace años solía formar parte de una banda como guitarrista y cantante.

— ¿Ustedes lo vieron alguna vez?- Preguntó Shaka con curiosidad, levantando a duras penas la mirada de su libro.

— No recuerdo mucho, tendríamos unos tres años cuando Asmita nos llevó a un evento donde Kardia participó con su banda.- Respondió Saga.- Pero recuerdo que lo hizo increíble. De ahí solo lo vimos un par de veces más, pero sinceramente, casi no me acuerdo.

— Yo sí recuerdo todo.- Afirmó Kanon.- Ese concurso fue genial, debieron verlo en el escenario. Barrió el suelo con todos los rivales. Por algo se llevaron el primer lugar para su escuela.- Añadió, detallando aquel evento.- También lo vimos tocar un par de veces más, con su banda y como solista. Y en ambas formas, toca y canta increíble.

Milo escuchaba con atención y admiración lo que los gemelos le contaban. Desde que podía recordar, sabía que su papá guardaba una guitarra eléctrica de color rojo en un estuche, en su habitación.

Había visto a su padre sacarla para darle mantenimiento unas cuantas veces al año: cambiarle las cuerdas, limpiarla, pintarla si era necesario... Le llamaba la atención si acaso sabía tocarla, y desde que Kardia accedió a tocar una canción para él hace un par de meses, quedó completamente flechado con ese instrumento.

Por eso no dejó de insistirle por más de tres semanas a su padre, hasta que Kardia decidió comprarle un ukelele, y comenzar a darle algunas lecciones. No era igual que la guitarra con la que soñaba Milo, pero "debía empezar con algo de su tamaño", como dijo su padre.

Si lograba dominar el ukelele, en su cumpleaños, en un par de meses, tendría una guitarra eléctrica como deseaba. Por eso ponía todo su empeño en dominar ese ukelele.

Eran ya las 6:00, el sol se ponía en el horizonte, despidiendo el día con sus últimos tonos anaranjados. Era una agradable tarde de sábado, perfecta para pasar en familia.

La cafetería acababa de cerrar, y Kardia había decidido unirse a su familia.

— ¿Todo en orden?- Preguntó Asmita, recibiéndolo con una sonrisa.

— Sí.- Confirmó, besando suavemente los labios de su Omega.- ¿Cómo están los tres torbellinos y el pequeño duende cascarrabias?

— Míralos por tí mismo.- Rió el blondo, señalando con la mirada a los cuatro niños en la mesa del comedor.- Milo se ha encariñado mucho con ese ukelele. No se despega por nada de él, ya ves que poco le falta para dormir con abrazándolo. No lo hace solo porque le dijiste que se puede romper.

— Al menos no cambia de objeto de apego como de ropa interior como Shaka.- Bromeó el Alpha.- Ya es el tercer libro con el que se obsesiona en seis meses.

— ¿Por qué no te les unes y tocas algo con tu guitarra?- Sugirió Asmita.- Seguro que a los gemelos les hará ilusión volver a escucharte. Tenemos toda la noche después de todo.

— ¿Cuál es la excusa para no cuidar de sus hijos esta vez?

— Viaje de negocios.- Suspiró el Omega.- Se fue desde ayer en la noche. Kanon y Saga pasaron la noche solos en el apartamento, y preguntaron si podían quedarse el fin de semana aquí.

Kardia respiró profundamente, intentando con todas sus fuerzas no perder la compostura y despotricar contra ese Delta como quería. Ya debería estar acostumbrado a las actitudes nefastas y horribles de Aspros, pero no dejaba de enfurecerle cómo trataba a sus propios hijos.

¡Qué bonita familia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora