Cena incómoda

255 46 4
                                    

Los cubiertos chocaban contra los platos, se oían los cortes de la comida en ese silencio que apenas se podía interrumpir. Se escuchaban los dientes masticando cada bocado y porción de la carne o papa, generando mayor incomodidad para los invitados, incluyendo a Esteban.

Se maldijo cuando su mamá dijo que se topó con la mamá de Francisco en el supermercado y la invitó a cenar, no podía reconocer cuál fue el motivo de hacerlo, si era por buen voluntad o si había algo oculto. Fuese como fuese, quería que la tierra se lo tragase y lo escupiese en otro lado.

El papá de Francisco trataba de sacar conversación hablando de la comida, elogiando los dotes culinarios de la señorita Kukuriczka, más recibía simples "Gracias" o "Nunca hice esta receta antes", lo cual Esteban sabía que era mentira.

Cuando llegaron al postre, las cosas parecieron ponerse peor de lo que estaban.

La mamá de Francisco, junto a su hijo, habían preparado una tarta de frutas porque ir a una cena con las manos vacías es desubicado. Esteban les dijo que a su mamá le gustaba, así que tal vez podrían ganársela un poco, mas no se pudo. Soltó un comentario por debajo al recibir la tarta unas horas antes, algo que sólo su hijo pudo captar.

"No soy fácil", fue dicho entre dientes, detrás de la sonrisa forzada.

— No sabía que comías esto —le dijo a Esteban.

Este apretó su pantalón por debajo de la mesa, se tomó un segundo para respirar y contestar de la manera más amable posible.

— Gusto adquirido.

— Veo que no es el único gusto adquirido.

Masticó con fuerza, haciendo que sus dientes y mandíbula doliesen. Era difícil controlar el impulso de ponerse de pie e irse, tal vez la única razón por la cual no lo hace son sus suegros y su novio.

— No hagas eso —le susurró Francisco tomándole la mano por debajo de la mesa.— Te harás daño.

La dueña de la casa observó aquella interacción con mucha atención, preguntándose qué hizo mal.

Esteban se veía relajado cuando él le hablaba, parecía bajar la guardia y sonreía con más ganas. Con ella no hacía eso.

— ¿Qué dijiste que querías estudiar, Francisco? —preguntó repentinamente.

El aludido sacó sus ojos de corazón de encima de su novio, y tragó en seco antes de responder con un poco de duda.— Psicología infantil o... pedagogía parvularia...

— ¿Te gusta eso?

— O sea... sí. Creo poder proporcionar a los más pequeños la ayuda que no reciben en casa. Además una parte de las personalidad se desarrolla en la niñez y muy poca gente se para por ellos, cuando un niño es maltratado lo convierte en una parte de sí mismo y comúnmente afecta sus interacciones con el resto. Entonces yo podría- —apretó los labios, notando que habló demasiado.— Perdón.

Por primera vez en la cena, ella sonrió de verdad, y Esteban sintió su labio inferior temblar.

— Nunca escuché a alguien hablar tan bien de lo que quiere, me gusta eso en la gente. Y se nota que tenés bien claro lo que querés en tu futuro, eso es muy maduro y responsable.

Los ojos llenos de ilusión en la cara de Esteban no pasaron desapercibidos por sus suegros, quien a pesar de tener un semblante serio tenía ojos expresivos que revelaban todo.

— Ah... gracias —dijo, tembloroso.

— ¿Y vos, Esteban?

Si esa ilusión era real, ya desapareció por completo.

— No sé —contestó suavemente mirando a su plato, viendo que la mitad de la tarta dejó de ser apetitosa.— No tengo nada en lo que sea bueno.

— No necesitás ser bueno en algo para estudiarlo —su suegra le dijo con una brillante sonrisa en la cara.— Con que te guste debería ser suficiente.

— Sí... uhm... es que... yo no quiero hablar de eso —murmuró mirando a otro lado.

La mamá de Esteban hizo un apenas visible gesto de desaprobación, no obstante, sólo asintió diciendo "No te preocupes", sabiendo que los ánimos de su hijo se vieron afectados con aquella pregunta.

Una charla continuó, los dos jóvenes no sabían si los padres Romero sentían la incomodidad y tensión o si se estaban haciendo los locos, sólo sabían que la conversación estaba yéndose al lado sensible: Rafael.

— Creí que Francisco tenía un hermano mayor, ¿cómo está él? —y legítimamente, ella preguntó con inocencia, desconociendo sobre la historia.

— Oh... falleció hace nueve años —contestó el hombre con una sonrisa melancólica en el rostro.

La mujer sintió el rostro acalorado por la vergüenza, de haber sabido no habría fingido interés en la vida del novio de su hijo.

— Perdón por preguntar, no... no tenía idea —se disculpó.

— No debes disculparte, ya dijiste, no sabías —y ahora la mamá de Fran dijo, tratando de despreocuparla.— Fue hace mucho a fin de cuentas, está casi superado.

El menor de los Romero agachó un poco la mirada, sintiendo la mano de Esteban apretar su muslo suavemente, en señal de apoyo.

— ¿Puedo saber... cómo?

— Unos chicos pesados —relató ella.— No era la primera vez que lo molestaban igual, dijeron que fue una broma que se les fue de la mano, pero jamás les creímos.

— ¿Qué clase de broma enferma acabaría con una vida?

— Lo mataron por tener novio —Francisco se metió, quería acabar con la charla ya o irse.

Un silencio se formó, esta vez más tenso.

— Disculpen.

Arrastró la silla y se levantó, caminando hacia cualquier lado de la casa que no fuese el interior de esta. Esteban se quedó sentado en su lugar, y no le tomó muchos segundos decidir ir a por él, imitó su acción y lo siguió.

Le vio en el jardín trasero con la vista al cielo y hombros temblorosos, suaves sollozos salían de entre sus labios.

— Lamento mucho eso —se disculpó Kukuriczka tomándolo de los hombros, acariciando la zona con cuidado.— No pensé que preguntaría algo así.

El chico negó.— No importa, es... mi mamá dijo que lo tenemos casi superado cuando sé que es mentira. Es difícil admitir que nos duele desde el fondo de nuestra alma, que aún lo extrañamos como si siguiese siendo ese día. ¿Querés saber algo gracioso? —se volteó a mirarlo.— Ni siquiera recuerdo su voz, y no me atrevo a ver los videos suyos que tenemos en la casa porque sé que si los veo, ustedes no me ven nunca más.

— Ven —Esteban lo atrajo entre sus brazos, apoyando su mentón en el hombro contrario, también mirando al cielo.— ¿Lo miras?

— Lo miro y él me mira a mí —susurró.— Me conecto con él a través de las estrellas, las amaba, era todo un nerd. Las estrellas me sonríen, y significa que él también me sonríe porque él es mi estrella favorita en toda la galaxia y él lo sabe. ¿A vos te gustan las estrellas?

— Me gustan las estrellas, pero no sé nada de ellas, ¿vos sabés?

— Nunca me interesaron esos temas, sólo me gustaban las historias que me contaba usando las constelaciones —una quebradiza risa se le salio. Esteban no tenía que verle la cara para saber que tenía las mejillas mojadas.— ¿Y te gusta la luna?

— Me gusta la luna, creo que uno se puede comunicar con alguien usándola. Lo mismo que haces con las estrellas.

— ¿Usas la luna?

— La usaba con vos —admitió.— Una vez dijiste que te gustaba la luna porque era la única luz del cielo en la noche, y cuando te dejé de hablar lo hacía con la luna con la esperanza de que estuvieses mirándola también y que supieses que pensaba en vos.

— Sos tan cursi.

— Con vos nomá'.

La incómoda cena les dio un poco de intimidad, una intimidad a otro nivel.

ꜱɪɴᴄᴇ ᴄʜɪʟᴅʜᴏᴏᴅ // ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ x ꜰʀᴀɴᴄɪꜱᴄᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora