Cultura Pop

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En su corta vida Esteban esperaba escuchar algo de Britney Spears, pero Francisco había insistido mucho en que lo hicieran y él era muy malo para decir que no. Así que ahí estaban acostados en el suelo de la habitación del mayor con la pequeña radio apoyada en el clóset.

Esteban tenía una mano en la pierna contraria, acariciándola con lentitud, sintiendo ligeros relieves en su piel que con el paso del tiempo aprendió a ignorar y empezó a acariciarlos con la intención de demostrar apoyo y cariño. Deslizaba la mano muy lentamente por su piel, de vez en cuando percibía un movimiento suave por parte de Francisco, casi retorciéndose incluso.

— ¿Te molesta? —le preguntó por encima de la música.

— ... no —respondió Romero volteándose a verle la cara, él estaba medio sonrojado.— Me gusta.

— ¿Sí?

— Mhm... pero no la muevas mucho... por favor —rogó, apenado.

— La mantengo aquí —le dio un apretón en su rodilla.— No te preocupes.

Francisco sonrió aliviado y agradecido, miró de vuelta al techo y mordisqueó el interior de su mejilla.— ¿No te gusta la música?

— No es lo que escucho comúnmente —sonrió apenado.— No es mala, de todos modos.

— Sé que no. Dale, ¿vos qué escuchas?

— Y, no sé... —susurró medio avergonzado por la pregunta.— ¿Conocés Linkin Park?

— No vivo bajo una roca —se rió Fran.— ¿Tenés un disco por aquí?

— Por ahí debo tener uno —Esteban se volteó en el suelo y rebuscó en el estante junto a su ventana. Habían muchos discos que llamaron la atención de Francisco, quien se levantó y se paró junto al dueño de la pieza, leyendo por encima de su hombro.— ¿Qué buscas?

— Descifro quién sos en base a tu música —le sonrió.

Había mucho Soda Stereo, Brosnki Beat, Virus, Charly García, Guns N' Roses, un disco de Eminem al que se le veía el polvo encima, una colección enorme de música clásica, e incluso un disco de una banda chilena de la que apenas había oído.

— ¿"Los prisioneros"? —leyó Romero.— ¿Esos eran los de Chile?

— Sí —contestó Esteban agarrando el disco.— La música que hacían no le gustaba al antiguo presidente de allá, así que se tuvieron que ir.

— ¿Qué tipo de música?

— Del tipo que hace que te echen del país.

— Ya veo —susurró.— ¿No encontraste el disco?

— Creo que se lo presté a Andy, no estoy seguro —se encogió de hombros.— ¿Querés escuchar a estos?

— Dale. Eso a tu colección de música clásica.

— Con la clásica no. Que estudio con eso a veces, mi mejor terapia.

Se devolvieron al suelo y Esteban metió el disco a la radio, se quedaron un par de segundos en silencio y prontamente comenzaron a sonar ladridos junto al instrumento. Luego el cantante hizo aparición con su voz medio chillona, contando una parte de la realidad de la época en los ochenta en el país vecino.

Pasaron las canciones y los discos, alternando entre los de Romero y Kukuriczka, descubriendo que tenían más diferencias musicales de las que creían. Sin embargo, las películas y series eran el punto donde mayormente coincidían... casi siempre.

— No podés odiar a Dean —Francisco dijo sorprendido de lo que oía.

— Lo volvieron tóxico apenas apareció Jess, me gustaba más en la primera temporada —expresó.— Aparte, prefiero a Luke.

— Eso sí, o sea, amargado de mierda, pero se le quiere. ¿Pero con quién debería quedarse Rory?

— Con Paris —se encogió de hombros.— ¿Esa rivalidad qué? No es normal, una fachada simplemente.

— Okay. ¿Y la Ley y el Orden?

— Olivia y Elliot tienen más química que cualquiera, listo, y ni siquiera planeo discutir eso.

— ¡Digo lo mismo! Es que, Dios, si los actores no se traen ganas no sé qué pasa realmente —alzó la mano, ambos chocando los cinco.— Literalmente compartimos neuronas a veces.

— Yo tengo más neuronas que vos.

— Mentira.

— Sabés que es verdad.

— Chao, ¿quién me pidió ayuda para matemáticas?

— ¡Fue un caso puntual!

— ¡Mentiroso! —se inclinó y empujó a su novio al suelo, besándole la cara.— Tenemos las mismas neuronas, boludito.

— Boludito vos —le sonrió agarrándole la cara con firmeza.— ¿Me das un beso?

— ¿Dirás que tenés menos neuronas que yo? —le negoció enarcando una ceja.

Esteban fingió la derrota y soltó un dramático suspiro.

— ... tengo menos neuronas que vos —murmuró.— Dios, las cosas que hago por un beso.

— Bueno, Don Neuronas, acá tenés tu beso —se burló Romero juntando sus labios dulcemente con los contrarios.

Un beso cálido y tierno, donde sus labios se movían con parsimonia y en sincronía complementándose como piezas perfectas de rompecabezas.

Ellos fueron hechos el uno para el otro, y el mundo no podía decir lo contrario.

ꜱɪɴᴄᴇ ᴄʜɪʟᴅʜᴏᴏᴅ // ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ x ꜰʀᴀɴᴄɪꜱᴄᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora