EMMA

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Me llevaba bien con Grace, era muy buena chica y se notaba que estaba pilladísima por Alex.

Estuvimos hablando en la piscina sobre temas bastante raros. En algún momento a Grace se le escapaban miradas hacia los chicos, así que en un momento dado de la conversación, no pude más y le pregunté que qué ocurría. Me dijo algo que siempre se me quedará grabado en la memoria.

Los chicos no tardaron en salir del agua, y me agradó saber qué Alex era un gran chico, trataba genial a todo el mundo y en apenas dos horas ya me denominaba su amiga.

Me encantó sentir que podía ser yo misma con ellos aunque acabara de conocerlos, yo de por sí no era muy dada a abrirme con la gente. Y después de lo que pasó creí que me costaría más, pero no fue el caso.

Porque depende de las personas darte una oportunidad o no, y se la das y no la aprovechan déjalos ir. Pero con Alex y Grace fue totalmente diferente, yo ya era amiga suya en lo que dura un pestañeo.

Cuando llego la hora de comer, fuimos todos a una pizzería.

- Yo quiero la carbonara.

- Que gustos más raros tienes Emma.

- A ver, es que ya nos hemos dado cuenta de que de la azotea no anda muy allá.

- Cállate, Chris - le dice Grace antes de mirarme y dedicarme una sonrisa de oreja a oreja -. La carbonara está bien.

Trajeron nuestros refrescos, (aunque en mi caso era una botella de agua).

Mientras comíamos nuestras pizzas a Grace se le ocurrió jugar a "Yo nunca".

- Yo nunca he estado en comisaría.

Para mí sorpresa Chris y Alex bebieron.

- Fue idea de Alex - Explica Chris.

- Ya claro, ¡si fuiste tú el que le tiro esa garrafa al coche!

- Vaale, lo que tú digas. Me toca - Chris de gira y me mira muy fijamente -. Yo nunca he besado a nadie.

Me toca beber de mi vaso de agua, mientras Chris se reía abiertamente.

- ¡No es justo! Chris ya lo sabía.

Seguimos jugando un rato más, hasta que Grace se aburrió, quiere decir que Alex también, y nos fuimos.

Cuando llegamos me fui a mi cuarto y empecé a desempaquetar las cajas.

Cuando llevaba más o menos dos cajas y media, me topé con una foto de mi padre y mía. Los dos con caras sonrientes. Él abrazándome, ambos con un helado en la mano mientras yo intentaba mancharlo.

No podía respirar, mientras un torbellino de recuerdos me azotaba, el que más dolía era el último que tenía de él. Me oprimía el pecho.

Me dolía el pecho. Me estaba mareando. Me caí en la cama, empecé a sollozar y me dejé ir por el dolor.

Un verano contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora