CHRIS

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Ando muy apresuradamente mientras que Emma intenta casi en vano alcanzarme, al final lo consigue, se queda detrás de mí y hace que me pare, sin mirarla.

- Chris... Sé que no te gusta cuando me recuerdan que...

- Que, ¿qué? - me giro muy rápidamente, a lo que ella se sobresalta de la impresión, así que intento serenarme un poco, casi sin resultado -. Que no me gusta que te recuerden la cosa por la que te culpas día sí, día también, enhorabuena, has acertado de lleno.

- Ya, vale... Pero no pasa nada, estoy bien, ¿ves? Ni un rasguño.

- Ahora no tienes ninguno - digo ya con ojos acuosos -, pero, ¿y ese día? ¿Y antes?

Ya no puedo evitar que se me salten algunas lágrimas.

- Evitaré que cualquier persona te toque o te haga lo más mínimo, ¿lo entiendes?

Dejo que mis lágrimas salgan a borbotones, nublándome la vista. Lo que sí veo es que los ojos de Emma también se han humedecido. Le acaricio el pómulo llevándome el rastro de lágrimas y le digo:

- No voy a dejarte sola, no de nuevo...

Me abraza  y yo tardo unos segundos en reaccionar, pero le devuelvo el abrazo pasándole mis brazos alrededor de sus hombros. Pero esta abrazo es tierno y reconfortante, no como os que nos hemos dado antes - que eran animados y alegres -. Este es tierno y nóstalgico.

- Nunca, repito, nunca me has dejado sola - murmura sobre mi pecho -. No te culpes. Si no fuera por ti, no estaría aquí, estaría allá en Alaska, sumida en mi propia culpa. No es tu culpa y nunca lo será, que esto te quede bien claro.

Me ofrece la mano y vamos a casa así, cogidos de la mano.

Algunos pensarán que somos hermanos, otros que somos pareja. Pero en este momento me da igual lo que piensen los demás. Solo puedo ver esa sonrisilla que tiene Emma cuando se desahoga sobre algo que siente.

Y me encanta esa sonrisa.

Un verano contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora