Uff.
¡Esa chica me iba a matar! ¡Era una maldita maquina de rematar!
La verdad es que no sé cuantos balonazos me he llevado hasta ahora.
Unos cuantos, te lo aseguro.
Nunca había visto el lado competitivo de Emma.
Hará cuatro años, intenté ir a un partido suyo, pero llegué tarde (culpa del autobús) y cuando llegué ya salían del polideportivo con sonrisas.
Así que sí. No sabía de dónde había salido esa maquina de matar.
Tampoco te pases, tío.
- ¡¿Necesitas descansar?! - me grita Emma, toda sonrisas.
- ¡Sí, porfa!
Se acerca a mí, más feliz de lo que la había visto desde que llegamos y nos vamos a los bancos. Sinceramente, me alegra que esté feliz, ¿pero a qué costo? La chica era una maldita maquina de matar. Me iba a llevar un par de moretones como siguiéramos así.
Por lo menos la chica está feliz.
Y por si os lo estabais preguntando, sí, nuestra casa tenia una mini cancha. Por lo menos ahora le daríamos uso.
- Necesito practicar más, estoy oxidada.
- ¡¿Oxidada tú?! - digo, casi jadeando por la velocidad a la que me he bebido el agua -. ¡Casi me matas de un maldito infarto!
- ¡Oye! ¡Qué tampoco es para tanto!
- Vale. Pero eres muy buena, mañana entras de lleno.
- Gracias, ¿una manzana? - dice, sacándola de lo que supongo que será el bolso de Mary Poppins versión Emma.
- Sí, gracias. Y... ¿Cómo es qué tantas cosas? Te prometo que ni yo soy tan previsor.
- Es que siempre entrenaba lejos de casa, la costumbre - dice con un encogimiento de hombros.
Pasados unos minutos más de entrenamiento -, unos laaargos minutos -, veo que Emma está un poco cansada.
O lo estabas tú y quieres echarle la culpa, ¿eh? Mentirosillo.
- ¿Vamos? - digo ofreciéndole la mano de modo dramático.
- Claro - dice aceptándola del mismo modo.
- ¿Prometes no darme otro balonazo, Emmi?
- ¿Prometes no volver a llamarme Emmi?
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Un verano contigo
Teen FictionDos vidas entrelazadas por un TODO y un NADA. Emma tenía una vida de en sueño, pero un percance hace que su madre y ella vayan a vivir con su mejor amigo. Chris, un chico que perdió a su padre y vive con la culpa de no poder superarlo. Pero los dos...