Capitulo VI

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Al fin llego el fin de semana. Antes, cuando me sentía más perdida que ahora entrenaba hasta los fines semana, pero Carlos se preocupa tanto por mí que me prohibió entrar al Gim los fines de semana. Sí, yo también pensé que era una idiotez, solo quiero prepararme y ser la mejor, ¿Porque coño no me lo permite? También sospecho que mis padres tienen algo que ver con eso.

Me levanto de la cama y camino a la planta baja, tengo tanta hambre; normalmente siempre tengo hambre, pero mi madre es tan exagerada que dice que yo no me alimento como debería. Bajo las escaleras y voy a la cocina, cuando llego a la nevera por un vaso de zumo de naranja me encuentro con una nota de mi madre diciéndome que el desayuno me lo ha dejado en el microondas, doy clic a unos botones del aparato para que mi desayuno se caliente y cuando me volteo, un grito ahogado sale de mi garganta y mi vaso cae al suelo cuando veo a Cassie frente a mí con una sonrisa en sus labios y los brazos detrás de la espalda.

—Hola —dice, con cara de niña buena y su fastidiosa sonrisa.

— ¿Pero qué coño haces en mi casa?— Pregunto aun con el corazón latiéndome desbocado.

—He llegado hace rato, tu madre me dejo pasar y me dijo que te esperara hasta que despertaras. —sonríe. De nuevo.

—No, no. — La tomo por el brazo —. Te vas, mi madre tiene problemas psicológicos y por eso te dejo pasar —Digo mientras la arrastro hasta la puerta principal —. Hoy no tendremos práctica así que hoy no te quiero ver. —Ella se resiste.

—Oye, Samantha, ¡Óyeme! ¿Quién limpiara el desastre de zumo de naranja en la cocina? —me detengo en seco. La arrastro de nuevo a la cocina.

—Lo harás tú, todo esto fue tu culpa, lo limpias y te vas. —Me detengo cuando llegamos a la cocina —. Por allá —señalo un lugar —. Esta el trasteador, lo buscas lo limpias muy bien y adiós. —Tomo mi desayuno, camino a la sala, prendo la tv y me siento en el mueble frente a él. Comienzo a ver un tonto programa de comedia, no hay nada más que ver así que no tuve más opción. Unos minutos después siento que alguien se sienta a mi lado, miro por el rabillo de mis ojos a la derecha y veo a la chica fantasma, riendo por las estupideces que dicen en la tv.

—Ya puedes irte. —Digo tajante. —. Ni creas que compartiré mi desayuno contigo.

—En este pueblo los fines de semana son muy aburridos ¿No crees?— pregunta. Frunzo el ceño y la miro mal.

— Estas tratando de sacarme conversación. Te aplicare la ley del hielo.

—Tengo una bicicleta —dice, no le respondo —. ¿Quieres ir en bici al lago? —No es mala idea, la puedo dejar allá sola y abandonada.— ¿Que dices? Vamos y así también nos ejercitamos. —Está bien, me convenció la fantasmita.

—Me cambiare. —Digo; me levanto del mueble, camino hacia mi cuarto pero recuerdo algo y me volteo hacia Cassie —. ¿Chica fantasma?

— ¿Si? —responde.

—Lava mi plato, si no, no podremos ir. —ella sonríe y lo toma.

— ¡Enseguida! — ¡Que tonta! Podría utilizarla como mi sirvienta personal, no es tan mala idea. Entro a mi habitación y tomo unos vaqueros viejos y rasgados, una blusa de mangas blanca y mis Vans negras, amarro mi cabello en un moño alto y salgo. Cassie me sigue al garaje donde tengo mi bici.

—Guao, tu bici es hermosa. —Dice, cuando llegamos a donde está. Ruedo los ojos. Tengo una KONA JACKE THE SNAKE. Bueno, en realidad no es mía, también es de mi hermano. Al salir veo la bici de Cassie y frunzo el ceño tuve que esforzarme para no soltar una carcajada. Es una de las llamadas señoritas.

La Chica del Box (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora