Capitulo XII

44.9K 2.3K 110
                                    

Parpadeo varias veces para adaptarme a la brillante luz blanca, Un pitido molesto hace que me remueva en mi lugar, aún no sé dónde estoy.

Cuando mi vista deja de ser borrosa observo él lugar, entonces comprendo que me encuentro en un hospital. La puerta se abre y fijo mi vista en la persona que va entrando; Es mi padre, lleva su bata blanca y acomoda sus lentes cuando posa su vista en mi preocupado.

—Hija, has despertado. —Dice, se acerca a mí y toma mi mano.

— ¿Que me ha pasado, papá? —Mis ojos se llenan de lágrimas —Dime por favor que todo fue un sueño.

Mi padre baja la vista y niega con la cabeza.

—Han vuelto —Hace una pausa y me observa detenidamente —Ambos han vueltos, hija.

No sé si lo que recorrió mi cuerpo es rabia o miedo, pero me hizo estremecer de una forma que nunca había sentido.

—Lo solucionaremos —continúa papá —. Haremos lo que sea porque estés bien, te iras a vivir con tu abuela si así lo deseas. Estoy seguro que solo vinieron a empeorar las cosas.

— ¿Porque estoy aquí? —Pregunto evadiendo su propuesta, aun no sé qué quiero hacer.

—Te desmayaste, te colocamos un medicamento para que descansaras toda la noche. —Asiento con la cabeza y aparto la mirada. —Matías y Cassie están aquí desde anoche. —Agrega papá. Vuelvo mi mirada hacia él, sorprendida por lo que acaba de decir.

— ¿Desde anoche? ¿No han dormido?

—Matías solo ha caminado de un lado a otro y Cassie descanso un poco en una de las sillas de la sala de espera.

— ¿Por qué? —susurre, confundida.

—Pues... aunque no lo crees así, hay gente que te quiere y se preocupa por ti.

— ¿Pueden pasar? —Pregunto, casi rogándole a papá. El ladea la cabeza de un a otro dudándolo un poco.

—Supongo que sí. —dice al fin. Mi padre sale de la habitación pidiéndome que le dé un minuto con su dedo índice.

Pasan unos cinco minutos al menos cuando veo a Matías entrar por la puerta, se le ve cansado y preocupado. Cuando llega hasta mí no duda en tomarme suavemente por mis mejillas y juntar nuestros labios. No me molesto que lo hiciera, pero si me apenó que lo hiciera estando mi padre parado en la puerta.

— ¡Ay, por favor, no empiecen! Es asqueroso—Dice Cassie, esta parada al borde de la cama con los brazos cruzados.

— ¡Oh, por Dios! Ahora no pareces un fantasmas si no un mismísimo zombi con esas ojeras. —Digo, con tono burlón.

—Da gracias a Dios estar postrada en esa cama si no ya hubiese desfigurado tú cara. —Responde con tono molesto. De pronto su rostro cambia y sus ojos se llenan de lágrimas — ¿Estas bien? Tuve tanto miedo de que no despertaras. — Dice tomándome de la mano.

—Aun no me toca morir. —Susurro burlona. Le doy una pequeña sonrisa. Cassie exhala con alivio.



Ese mismo día me dan de alta. Mamá insiste en que me quede en la cama, pero no preste atención. No tengo nada malo, así que me dispongo a ir al gimnasio, Cassie va conmigo. Al entrar todos fijan su vista en mí y se perfectamente porque lo hacen.

—Samantha —escucho la voz del entrenador Carlos —. ¿Puedes venir conmigo? Necesito hablarte. —Entonces, se me viene a la cabeza el campeonato, seguro quiere hablarme de eso.

La Chica del Box (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora