XXXV.- Dame la oportunidad

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Mónaco, 3 de agosto de 2013

Mónaco en pleno verano era simplemente espectacular: el sol brillaba sobre las aguas azules de la bahía, los yates relucían en el puerto y las calles estaban llenas de vida y energía. Había venido aquí con los chicos para pasar el parón de verano, y la atmósfera vibrante del lugar me hacía olvidar por completo cualquier preocupación o responsabilidad.

¿Ahora si soy tu mejor amigo? —me preguntó Daniel, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios mientras caminábamos juntos por las calles del principado.

Solo porque me compraste mi helado favorito —le respondí, devolviéndole la sonrisa mientras disfrutaba de mi cono de pistacho.

Daniel fingió una expresión de profunda ofensa, poniendo una mano sobre su corazón de manera dramática.

—¡Ah, vaya! Aquí pensaba que nuestra amistad era más profunda que eso —dijo él, exagerando su desilusión con un guiño cómplice.

Me eché a reír ante su actuación teatral, sacudiendo la cabeza con diversión.

Lo siento, Daniel, pero en este momento, eres mi mejor amigo por derecho de helado —le dije con una risa, sintiendo el calor del sol en mi rostro y la brisa marina acariciando mi cabello—. Pero no te preocupes, seguro que hay más oportunidades para ganar puntos de amigo.

Daniel asintió con una sonrisa juguetona, sus ojos chispeando con complicidad.

Entonces, tendré que trabajar más duro para impresionarte en el futuro —dijo él con determinación, antes de darle un mordisco a su cono de helado de chocolate.

La conversación fluyó fácilmente entre nosotros, llena de risas y bromas. Daniel siempre tenía ese don especial para hacerme reír, para sacarme de cualquier preocupación y hacer que el mundo pareciera un lugar más ligero y alegre.

¿Qué se traen tú y Jules? —pregunto Daniel.

La pregunta de Daniel me sorprendió tanto que me atraganté con el mordisco que había dado a mi cono de helado. Tosí un poco, tratando de recuperar el aliento mientras Daniel se acercaba rápidamente para ayudarme.

— ¡Ericka!, ¿estás bien? —preguntó él con preocupación, golpeando suavemente mi espalda para ayudarme a despejar mi garganta.

Asentí con la cabeza, todavía recuperándome del susto, y le sonreí agradecida por su rápida reacción.

Sí, gracias, Daniel. Solo me tomó por sorpresa tu pregunta —respondí una vez que pude hablar con normalidad de nuevo.

Daniel me miró con curiosidad, sus ojos brillando con interés mientras esperaba mi respuesta.

¿Y bien? ¿Qué se traen tú y Jules? —insistió él, su tono lleno de curiosidad.

Tomé un momento para ordenar mis pensamientos antes de responder. Jules y yo habíamos estado pasando tiempo juntos últimamente, pero era algo que prefería mantener discreto, al menos por ahora.

Bueno, Jules y yo... solo hemos estado saliendo a comer después de cada gran premio —confesé finalmente, tratando de restarle importancia al asunto.

Daniel arqueó una ceja con una sonrisa traviesa en el rostro, como si estuviera a punto de sacar a relucir algún comentario ingenioso.

¿Solo a comer? ¿O hay algo más que no me estás diciendo? —preguntó él con una sonrisa juguetona, su mirada fija en mí con complicidad.

Me reí ante su insinuación, sacudiendo la cabeza con diversión.

Solo a comer, Daniel. No hay nada más que eso —aseguré, aunque en el fondo sabía que había algo más que solo salidas a cenar.

Un Corazón con MotorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora