Capítulo 26

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Lucas

—¿Me deseas?—duda cerca de mi boca, con una sonrisa socarrona y los tentadores labios cubiertos de rojo—Por más que lo disimules, sé que lo haces.

—Si...—susurro perdido en su figura desnuda  que está demasiado cerca de mí.

—¿Si qué, Capitán?.

—Te deseo, Hederson.

El ruido de mi celular me despierta del ridículo sueño que se ha convertido en rutina.

Me paso las manos por el rostro sudado y suspiro. Menuda payasada. Pensé que una vez teniéndola, los sueños con ella se detendrían. Por el contrario solo crecen. Uno con menos sentido que el otro pero que me recuerdan una y otra vez lo bien que se sintió poseerla.

El teléfono vuelve a sonar trayéndome de vuelta a la realidad y contesto sin ver quién rayos es tan temprano.

—¿Hola?.

—Dime que soy el primero.

Era mi padre con emoción en su voz.

—¿El primero en qué?.—frunzo el ceño, confundido.

—En felicitarte por tu cumpleaños.

Bufo. No he tenido tiempo de mirar el calendario y fijarme en algo como eso.

—¿Es hoy?—pregunto consternado y siento la risa de mi padre.

—Típico de ti, hijo mío. Siempre lo olvidas.—vuelve a reír—Me encantaría estar allá contigo pero es que...

Lo interrumpo.

—Descuida. De todos modos, es un día como cualquier otro.

—Lucas...

Cambio de tema preguntándole por la carpintería y por su salud. Mi cumpleaños hace mucho tiempo dejó de ser relevante. La última vez que lo celebré fue junto a mis padres y por insistencia de mi madre, pero el ejército no me dejaba muchas posibilidades de celebrar nada. Es un día como cualquier otro como ya dije en el cual estaré trabajando.

Luego de ducharme bajo para comer algo encontrándome a Jade Hederson en la cocina ayudando a Marie, la nueva empleada a la que hace dos semanas le gritaba como loca. Eso es señal de que se ha ido recuperando poco a poco por la muerte de Joana o al menos aceptarla. El tiempo pasa tan rápido que ni cuenta me había dado que hace quince días murió.

La pelirroja se percata de mi presencia y sonríe.

—Buenos días.

—Oh, Buen día, joven Lucas.

Les devuelvo el saludo. Me sorprende ver a Jade en la cocina, puesto que nuestra ida a Manchester me permitió ver su poca habilidad en la cocina.

—Gracias a ti estoy cortando mejor las patatas—me dice orgullosa mostrándome su labor, como si me leyera la mente y supiera lo que estaba analizando.—Le contaba a Marie que eres un gran maestro.

Marie sonríe levemente y yo hago el intento de no hacerlo.

¡Carajo!. Tener ganas de sonreír por esa maldita estupidez me dan ganas de abofetearme hasta dejarme la cara roja.

—¿Podemos hablar un segundo?—me pregunta la pelirroja y asiento con la cabeza.

La sigo hasta el jardín donde Carlos recogía sus cosas para irse temprano luego de terminar su trabajo como era de costumbre.

—Ayer en la noche hablé con papá y creo que lo convencí de que me ofreciera trabajo en alguna de las empresas—comienza a explicar mientras se ata su larga cabellera con una goma negra—Hace unos meses, cuando llegaste, quería trabajar con mi padre. Sinceramente siempre había sido mi idea pero de un momento a otro llegó a prohibirme trabajar con él.

DestructivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora