Capítulo 31

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Jade

Despierto con la boca seca y un dolor de cabeza que inmediatamente hace levantarme. Por inercia miro al lado de la cama y no estaba la presencia de Lucas. Resoplo y me levanto pesadamente. Estoy segura que en cuanto volví a conciliar el sueño desapareció de la habitación. Huyendo siempre de mí como si tuviera la lepra.

Miro la hora en mi celular, pensé que era tarde pero a penas son las nueve de la mañana. Decido ir al baño por una ducha corta y tras colocarme ropa cómoda pero abrigada, voy hacia la cocina. Me acerco poco a poco al mesón. Lucas me daba la espalda, un poco alejado, se encontraba en la meseta y el ruido del cuchillo contra la tabla me da a entender que está cortando probablemente frutas.

—¿Despertaste temprano?—pregunto lentamente, no me responde y suspiro.

Su indiferencia está rebasando mis límites.

Tomo una manzana del centro de mesa y la lanzo a su espalda viéndome como la peor de las locas. Espero que la fruta lo golpee pero no pasa. Se da la vuelta y la detiene antes de que pueda pegarlo. Abro los ojos como platos, asombrada.

—Qué reflejos, Capitán.

—No me llames así—ordena con dureza y deja la manzana a un lado en la meseta.

No me mira. Se dedica a acomodar la mesa colocando los platos del desayuno. ¿Desde que hora lleva preparando todo esto?. Por tonto que parezca eso hace que mi corazón se acelere.

Escucho como suspira pesadamente. Apoya los brazos en la silla y baja la cabeza por un segundo. Luego clava en mí esos oscuros ojos que me convierten los pies en gelatina.

—No estoy loco.

Arrugo mis cejas.

—Nunca he dicho que lo estés.

—Tampoco iré a un psicólogo.

Niego sumamente confundida.

—No entiendo por qué me dices todo esto—decido aclarar—¿Qué te hace pensar que, precisamente yo, te pida ir a un psicólogo?. No hay razón para ello.

—Sé lo que piensas—lo miro incrédula—Piensas que no estoy bien de la cabeza.

—Se nota lo poco que me conoces—digo decepcionada y me acerco. Quedo frente a él y lo miro, un poco furiosa. Sus ojos me evalúan— Escucha, no sé que sucedió contigo para haber tenido un ataque de pánico y estoy más que segura que la guerra tuvo algo que ver, pero eso no quiere decir que estés loco o que los demás pensemos eso.

Traga grueso y continúa callado.

—No es mi asunto pero...—suspiro porque no sé si debería comentarle porque puedo ganarme palabras las cuales sé que van a herirme—No dejabas de mencionarla mientras soñabas.

Frunce el ceño hacia mí.

—¿A quién?.

—A tu madre.

Los músculos de la cara se le tensan y se aleja, dándome la espalda. Dejo salir aire, siento mi corazón encogido y tengo hasta ganas de llorar. Odio su indiferencia, que me importe tanto y querer más de él. Todo esto me tiene harta. Pensé que podía seducirlo y demostrarme a mí misma que lograría traerlo a mis pies. Que equivocada estaba. Me lancé al vacío sin saber que en el fondo me saldría todo al revés y soy yo la que está a sus pies. La que se derrite con una mirada y una mísera insinuación. Dejando el orgullo detrás. En un punto que hasta me siento una burla para mi género y para todo lo que representaba la Jade de hace unos meses, antes de que este torbellino que tengo delante apareciera en mi vida.

DestructivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora