"No lo escuches, tápate los oídos."
Su voz tenía un tono suave, no era tosco ni grave, podías confundirlo con un ser celestial.
Era su mejor arma, porque cuando lo utilizaba, un crescendo se alzaba a tu alrededor, y solo esperabas escuchar las arpa...
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Me sentía extraña. Quería estar en mi casa, en el lugar que conocía y sabía que era mi espacio. Aquí era una desconocida por todos, y ni siquiera Kim Doyoung me conocía bien, seguía siendo una compañera con la que compartía una clase.
El primer día estuve fascinada por estar en una casa que parecía dentro de un cuento de hadas, pero a partir del segundo día empecé a sentir el malestar en el centro de mi pecho y un nudo en mi garganta que iba creciendo pasadas las horas.
Por mucho que me quejara de mi carrera y el poco tiempo que tenía, no quería dejarlo, ni eso ni mi vida. Quería volver a la rutina que conocía, y extrañaba a mi mamá, a mis amigos, y mi cama.
No era lo suficientemente independiente ni madura para pasar por esto de un momento a otro.
Kim Doyoung se veía más estresado que antes y no quería molestarlo con mis quejas, por lo que me mantenía callada y mirando por la ventana, y muchas veces me dormí apoyada en el marco, cuando el aburrimiento me ganó.
Y otras veces, Mark y Haechan me acompañaron y mostraron algunos trucos que podían hacer con el agua.
Se veían mucho más cómodos cuando entraban a la piscina, y de sus cuerpos salían las escamas y sus ojos de colores brillantes, aunque en mi opinión, ninguno era tan increíble como el celeste de Kim Doyoung.
Y aunque dentro de todo, la situación estaba tranquila, no duró mucho.
Porque la tormenta siempre llega.
Fue una noche mientras trataba de cenar, metida en mis pensamientos y con la vista perdida en el mesón, que Kim Doyoung entró con pasos fuertes.
—Nara— me llamó, con la respiración ligeramente agitada.
—¿Qué sucede?— pregunté volviendo a sentirme nerviosa, porque la forma en la que sus ojos temblaban ligeramente me decía que nada bueno era lo que me tenía que decir.
—Kihyun secuestró a Renjun.
El tenedor cayó de mi mano hasta el borde del mesón y finalmente al suelo, con un ruido sordo que me dejó en shock.
No pude formular palabra alguna, ni siquiera un “¿Qué?” para que repita lo que dijo, porque muy bien le había escuchado y sabía que no estaba equivocado.
Kihyun secuestró a Renjun.
A Huang Renjun, mi amigo.
Taeyong entró de la misma manera que Kim Doyoung hace poco, con pasos fuertes y una mirada seria.
—Pudimos localizarlo finalmente, tenemos que ir.
—¿Finalmente?— pregunté mirándolo.
—Lo tiene desde hace un día, pero no podíamos encontrarlo, la princesa nos ayudó.
—¿Y no me lo dijiste?— me volví a Kim Doyoung.
—No estaba seguro de… de si era verdad o una- una trampa.