"No lo escuches, tápate los oídos."
Su voz tenía un tono suave, no era tosco ni grave, podías confundirlo con un ser celestial.
Era su mejor arma, porque cuando lo utilizaba, un crescendo se alzaba a tu alrededor, y solo esperabas escuchar las arpa...
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[Narrador Externo]
Si cualquier humano lo hubiera visto, se habría maravillado de lo hermoso que era. Un palacio hecho de mármol blanco, con detalles verdes y muebles que aunque fueran de algún material extraño, no dejaban de ser menos elegantes.
Claro, si cualquier humano lo hubiera visto, se habría ahogado al instante.
En el fondo del mar, debajo de los barcos, las personas que disfrutaban de las olas, los tiburones, peces y aún muchísimo más abajo, estaban los cuatro palacios que resplandecían, protegidos por criaturas que tenían una cola de pez en vez de piernas, con la mitad superior simulando ser de humano.
Y ahí, dentro del palacio tan grande y hermoso, estaba Kihyun, bostezando con pereza.
Estaba casi desparramado en el trono, moviendo sus pestañas con lentitud y su mano hecho puño en su mejilla, apoyándose en esta y tratando de mantenerse despierto.
El agua se movía tan tranquilamente que casi no se veía, era como si estuvieran en la superficie, respirando a través del aire.
Dos soldados permanecían a un par de gradas abajo del trono, manteniendo guardia con sus respectivas lanzas, erguidos y quietos como estatuas.
La hora seguía pasando pero se sentía como nada para Kihyun, quien estaba destinado a vivir varios años, y muchos más si lograba su cometido.
Las puertas que daban al salón del trono se abrieron de repente y el codo de Kihyun se resbaló del posabrazos por la sorpresa, pero todo el sueño se le disipó al instante cuando vio entrar a Wonwoo.
—¡Ah! Estaba por morirme del aburrimiento— exclamó Kihyun levantándose, bajando las gradas para estar a la misma altura de Wonwoo cuando esté se encontró en su paso.
—Interceptamos a algunos de los animales que planeaban avisar al clan de Doyoung— contestó Wonwoo con rapidez —, están en la costa de Busan, pensaron que de esa manera sería más fácil agrupar a sus clanes.
—¿Qué hiciste con los peces que atrapaste?
—Los encanté para que olviden que hablaron conmigo.
Ambos chocaron los cinco mientras daban pequeños saltitos de entusiasmo.
Encantar a los peces para que hagan cosas bajo los encantamientos de las sirenas estaba en contra de las leyes, cada especie bajo el agua tenía el libre albedrío para hacer lo que quisiera y seguir a quien quisiera, pero claro, ellos ya habían roto muchas leyes como para que eso les importase.
Un sonido de arcadas les sacó de su burbuja de felicidad y ambos miraron a un costado.
—Mantén la boquita cerrada, Aeri— recomendó Kihyun con una falsa voz amable.
—Sí, claro. Solo que me dan asco— la voz de la princesa resonó en las paredes.
Estaba sentada en un asiento cómodo con cojines y un guardia apostillado a su lado, se hubiera visto bastante bien, puesta con las comodidades de una princesa, de no ser por las cadenas doradas que sujetaban sus delicadas muñecas.