El verano se deslizó como una melodía lenta y nostálgica, cada día una nota en el pentagrama de nuestra espera. Las cartas de Apolo, tan escasas como valiosas, eran como tesoros encontrados en medio del vasto desierto de la distancia. Cada palabra era un susurro de su voz, una caricia en el alma que me recordaba su presencia lejana. Aunque las vacaciones transcurrieron sin él a mi lado, cada carta era un puente frágil pero sólido que nos conectaba, un hilo de esperanza que tejía nuestra complicidad a través de la distancia.
Y así llegó el día tan esperado, el día en que nuestros mundos convergirían una vez más en la estación 9¾. El sol parecía derramar sus rayos con una intensidad especial, como si la naturaleza misma celebrara nuestro inminente reencuentro. Mis manos temblaban ligeramente mientras sostenía mi equipaje, mi corazón latía con una emoción que amenazaba con desbordarse en cualquier momento.
Al divisar a Apolo entre la multitud, una sonrisa iluminó mi rostro y mi corazón dio un vuelco en mi pecho. Sin pensarlo dos veces, dejé atrás todo y corrí hacia él. El tiempo parecía ralentizarse, cada paso me acercaba más a su lado, cada latido de mi corazón resonaba con su nombre. Y entonces, finalmente, estuvimos frente a frente.
El brillo en sus ojos reflejaba el mismo anhelo que sentía en lo más profundo de mi ser. Sin decir una palabra, nos envolvimos en un abrazo que trascendió el tiempo y el espacio. Fue un abrazo que hablaba de todas las palabras no dichas, de todas las emociones contenidas durante aquellos días de separación. En ese abrazo, en ese momento de perfecta comunión, supe que no importaba cuánto tiempo pasara o qué obstáculos enfrentáramos, nuestro vínculo era indestructible. Y así, mientras el sol se ponía en el horizonte y la estación bullía de actividad a nuestro alrededor, nos aferramos el uno al otro con la certeza de que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío que el futuro nos deparara. Porque en ese abrazo, en ese instante eterno, éramos invencibles.
Después de un momento que pareció durar una eternidad, nos separamos lo suficiente como para mirarnos a los ojos.
—Te extrañé tanto —susurró Apolo, su voz apenas un murmullo cargado de emoción.
—Yo también te extrañé —respondí, sintiendo un nudo en la garganta—. Pensé que el verano nunca terminaría.
Apolo asintió con una sonrisa triste.
—Pero aquí estamos, juntos de nuevo.
Nos quedamos allí, en medio del bullicio de la estación, compartiendo nuestras alegrías y nuestras preocupaciones, nuestros sueños y nuestros miedos. Había tanto que decir, tanto que compartir, y sin embargo, en ese momento, las palabras parecían superfluas.
—¿Estás listo para volver a Hogwarts? —preguntó Apolo, rompiendo el silencio.
—Sí, estoy listo —respondí con determinación—. Estoy listo para enfrentar lo que sea que el nuevo año escolar nos depare. Y también estoy listo para enfrentar algo más.
Una mirada de sorpresa cruzó el rostro de Apolo.
—¿Qué quieres decir? —inquirió, con la curiosidad brillando en sus ojos.
Respiré hondo, reuniendo todo mi coraje.
—Quiero decir que, durante este tiempo separados, me di cuenta de algo importante. Me di cuenta de que te amo, Apolo. Te amo más de lo que nunca pensé posible. Eres mi luz en la oscuridad, mi fuerza cuando me siento débil. Sin ti, mi vida estaría incompleta.
Las palabras fluyeron de mí con una sinceridad abrumadora, liberando un peso que ni siquiera sabía que llevaba. Apolo me miraba con asombro, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y alegría.
—Draco... —susurró, su voz apenas un susurro—. Yo también te amo. Desde el primer día que te vi, supe que eras especial. Eres el único que ha llegado a mi corazón de esta manera.
En ese momento, el mundo se redujo a nosotros dos, como si todo lo demás desapareciera en la insignificancia de nuestro amor. Nos acercamos lentamente, nuestros labios apenas rozándose antes de fundirse en un beso que parecía abarcar toda la eternidad. Y así, en medio de la estación 9¾, nos dimos cuenta de que el verdadero hogar no era un lugar, sino el abrazo cálido y reconfortante del otro. Juntos, éramos invencibles, y nada ni nadie podría separarnos jamás.
El expreso de Hogwarts rugía con vida mientras nos adentrábamos en sus vagones, el vapor danzando en el aire como si estuviera celebrando nuestro regreso. Apolo y yo nos encontramos un compartimento vacío y nos instalamos cómodamente, nuestras manos entrelazadas como si fueran imanes destinados a permanecer juntas.
Mientras el tren comenzaba a moverse, sentí un cambio en el aire, una sensación de renovación y promesa. Las cosas serían diferentes ahora, lo sabía en lo más profundo de mi ser. Esta vez, el viaje no sería solo hacia Hogwarts, sino hacia un nuevo capítulo de nuestras vidas, uno lleno de alegría, amor y posibilidades ilimitadas.
Sabíamos que Harry estaría allí, listo para lanzar sus típicas bromas y sarcasmos, pero esta vez estábamos preparados. Nos habíamos fortalecido mutuamente durante el verano, construyendo un muro de amor y confianza que ninguna piedra podía derribar. Él era simplemente una distracción en nuestro camino hacia la felicidad, una piedra que debíamos patear y alejar de nosotros. Con esa certeza en nuestros corazones, nos sumergimos en la conversación, compartiendo sueños y planes para el futuro. El paisaje pasaba rápidamente por la ventana, pero en ese compartimento, el tiempo parecía detenerse, dejándonos perdernos en el brillo cálido de nuestros ojos y la música suave de nuestras risas.
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Los días pasaron en Hogwarts, tejiendo juntos una nueva tela de experiencias y amistades. Apolo me presentó a sus amigos: Damián, Jack, Herzen y Violett. Desde el primer momento, su calidez y amabilidad me envolvieron como un abrazo reconfortante. Poco a poco, nos convertimos en un grupo inseparable, compartiendo risas, secretos y aventuras en los rincones mágicos del castillo.
Damián, con su ingenio y su sonrisa contagiosa, siempre nos mantenía entretenidos con sus ocurrencias. Jack, el bromista del grupo, nos hacía reír con sus travesuras y chistes ingeniosos. Herzen, el más reflexivo de todos, nos brindaba su sabiduría y su apoyo incondicional en los momentos difíciles. Y Violett, con su encanto y su creatividad desbordante, nos inspiraba a ver el mundo con nuevos ojos.
Juntos, éramos un remolino de energía positiva y amistad sincera, explorando los pasillos del castillo, compartiendo secretos bajo la luz de la luna y enfrentando juntos los desafíos que la vida escolar nos deparaba. Cada día era una nueva aventura, una oportunidad para crecer, aprender y disfrutar de la compañía del otro.
El sol se filtraba entre las ramas de los árboles, pintando destellos dorados sobre el suelo del jardín de Hogwarts. Apolo y yo estábamos acostados en el césped, nuestras manos entrelazadas mientras hablábamos de trivialidades, dejando que el tiempo se deslizara sin prisas.
—¿Te puedo pedir algo, Draco? —preguntó Apolo de repente, su mirada perdida en el cielo azul.
Alcé una ceja con curiosidad.
—Por supuesto, dime.
Apolo se giró hacia mí, una sonrisa juguetona bailando en sus labios.
—Me gustaría que empezaras a llamarme "Lolo". Es un apodo que me gusta, suena tan cálido y acogedor.
Una oleada de ternura me invadió ante su petición. "Lolo", pensé, dejando que el sonido resonara en mi mente. Era un nombre que encapsulaba toda la dulzura y la intimidad que compartíamos.
—Claro, "Lolo" —respondí con una sonrisa, pronunciando el apodo con suavidad—. Me encanta.
Los ojos de Apolo brillaron con alegría y gratitud, y su mano apretó ligeramente la mía en un gesto de complicidad. En ese momento, supe que aquel apodo se convertiría en un vínculo aún más fuerte entre nosotros, una muestra tangible de nuestro cariño mutuo.
Y así, mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte y las sombras se alargaban en el jardín, nos quedamos allí, bajo el cielo abierto, compartiendo nuestro amor y nuestros sueños en el dulce susurro del viento. Porque ahora, con un nuevo apodo para sellar nuestro vínculo, éramos más que amigos, éramos cómplices en el viaje de la vida.
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𝑪𝒐𝒏𝒔𝒕𝒆𝒍𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 & 𝑬𝒔𝒕𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 || 𝑨𝒑𝒐𝒍𝒐×𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐
FanfictionMiré a Draco, sus ojos brillaban con una intensidad que siempre me había parecido fascinante. - Draco- comencé - Siempre he encontrado algo increíblemente interesante en ti. Me gusta cómo tus ojos brillan cuando hablas de algo que te apasiona. Esa...