Una caja de madera adornada reposa sobre mi escritorio en la biblioteca de la Mansión Malfoy, susurros de secretos y confesiones encerrados dentro de sus paredes. Dentro de ella yacen varias cartas cuidadosamente escritas, cada una conteniendo palabras de amor y esperanza destinadas a un destinatario desconocido en una tierra lejana. Aunque estas cartas no han sido enviadas, su presencia me reconforta, recordándome que el amor y la conexión trascienden las fronteras físicas y los límites del tiempo.
Mientras ceno con mi familia en el salón principal de la mansión, la conversación fluye como siempre, aunque la sombra de la indiferencia y el desprecio de mi padre, Lucius Malfoy, se cierne sobre mí. Sus ojos fríos y distantes me escudriñan con desdén, como si mi mera presencia fuera una molestia para él.
—Draco, ¿qué te pasa? —inquiere mi padre con un tono cortante, su voz llena de condescendencia y desinterés—. Te he notado distraído toda la cena. ¿Acaso tus pensamientos están demasiado ocupados con tonterías para prestar atención a tu propia familia?
Su pregunta me golpea como un puñetazo en el estómago, recordándome una vez más que nunca seré lo suficientemente bueno para él, que mi valor como hijo y como persona siempre estará bajo escrutinio y desaprobación.
—No es nada, padre —murmuro, mis palabras apenas audibles sobre el murmullo de la sala—. Solo estoy cansado después de un día agotador en la escuela. No hay nada de qué preocuparse.
Mi respuesta parece satisfacer a mi padre, quien desvía la mirada con desdén antes de volver su atención a su comida. Sin embargo, la sensación de soledad y desesperación se arrastra en lo más profundo de mi ser, recordándome una vez más que nunca podré ganarme su amor o aprobación, no importa cuánto lo intente.
Cuando finalmente la cena llegó a su fin y mis padres se retiraron a sus habitaciones, me quedé solo en el salón principal, sintiendo el peso de la soledad y la decepción aplastándome el pecho. Observé el salón vacío a mi alrededor, preguntándome si alguna vez encontraría la conexión y el apoyo que tanto anhelaba en mi propia familia. Con un suspiro resignado, decidí retirarme a la biblioteca, buscando consuelo en los libros y la tranquilidad de ese sagrado refugio. Cada paso resonaba en el silencio de la mansión mientras me dirigía hacia la biblioteca, con la caja de cartas como mi única compañía en la oscuridad de la noche.
Al llegar a la biblioteca, encendí las lámparas de aceite y me sumergí en la calidez reconfortante de este santuario de conocimiento y sabiduría. Me senté en mi escritorio, rodeado por las estanterías llenas de libros antiguos y polvorientos, y dejé que mis pensamientos se perdieran en el suave murmullo de las palabras escritas en las páginas. Por un momento, me permití soñar con un futuro en el que pudiera ser verdaderamente libre, un futuro en el que pudiera seguir mi propio camino y encontrar el amor y la felicidad que tanto anhelaba. Pero sabía que ese futuro estaba lejos de ser una realidad, que tendría que luchar con todas mis fuerzas para alcanzarlo, enfrentando los desafíos y obstáculos que el destino pusiera en mi camino.
Con un suspiro resignado, me sumergí en la lectura de un antiguo tomo de hechizos, dejando que las palabras me envolvieran en un abrazo reconfortante y me llevaran a un mundo de magia y posibilidades infinitas. Perdido en la lectura, el tiempo parecía disolverse a mi alrededor, envuelto en las páginas de los antiguos tomos que llenaban la biblioteca. Cada palabra escrita era como un hechizo, transportándome a mundos lejanos y aventuras emocionantes, lejos de las sombras que acechaban en mi propia realidad.
Sin embargo, incluso en este santuario de conocimiento, la oscuridad de mis pensamientos no me abandonaba. Me preguntaba si algún día encontraría la valentía para enfrentar abiertamente mis propios deseos y luchar por la felicidad que tanto anhelaba. El miedo a la desaprobación y el rechazo seguía pesando sobre mí como una losa, impidiéndome dar pasos hacia adelante en busca de mi propia realización.
Mientras la noche avanzaba lentamente, el eco de mis propios pensamientos resonaba en la quietud de la biblioteca, recordándome que la lucha por la felicidad era una batalla interna que debía librar solo. Me preguntaba si algún día encontraría la fuerza para desafiar las expectativas impuestas por mi familia y seguir mi propio camino, sin importar las consecuencias. Cerré el libro y me levanté de mi escritorio, sintiendo el peso de la soledad y la incertidumbre aplastándome el pecho. Sabía que el camino hacia la felicidad sería difícil y lleno de obstáculos, pero también sabía que no podía rendirme.
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Al amanecer, los primeros rayos de sol se filtraban por las ventanas de la Mansión Malfoy, pintando el salón principal con tonos dorados y cálidos. Desperté con un nudo en el estómago, la incertidumbre y la anticipación palpables en el aire mientras me preparaba para enfrentar otro día en la tumultuosa esfera de mi vida.
Mientras me dirigía hacia el comedor para el desayuno, una figura familiar llamó mi atención desde la ventana. Una lechuza, majestuosa y elegante, se posaba en el alféizar, sosteniendo en su pico una carta cuidadosamente atada. Reconocí de inmediato a la lechuza como una de las mensajeras habituales de Apolo, su presencia llenándome de una mezcla de emoción y ansiedad.
Con manos temblorosas, abrí la ventana y dejé entrar a la lechuza, que voló grácilmente hacia mí y depositó la carta en mi mano con un suave graznido. La reconocida caligrafía de Apolo adornaba el sobre, sus palabras resonando en mi mente antes incluso de abrirlo.
Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, deslicé un dedo sobre el sello y abrí el sobre con manos temblorosas. Mis ojos devoraron cada palabra escrita con avidez, bebiendo de las líneas que contenían la esencia de mi esperanza y mis miedos.
La carta de Apolo era un rayo de luz en medio de la oscuridad, sus palabras llenas de amor y comprensión, cada frase una promesa de un mañana mejor. Con cada palabra, sentía el peso de mis dudas y temores desvanecerse, reemplazados por una sensación de calma y certeza en el amor que compartíamos.
"Querido Draco,
Bajo el manto estrellado de la noche, mientras las constelaciones brillan en lo alto como un recordatorio de la belleza y la grandeza del universo, mis pensamientos siempre vuelven a ti. Tus ojos grises, profundos como el abismo del espacio, contienen el universo entero en su mirada, una constelación de estrellas que ilumina mi camino en la oscuridad.
A pesar de la distancia que nos separa, mi amor por ti sigue siendo tan fuerte como las estrellas en el cielo nocturno, inquebrantable y eterno. Aún me gusta cada pequeño detalle de ti, cada sonrisa, cada gesto, como si fueran las constelaciones mismas, únicas e incomparables en su belleza.
Quiero que sepas que estoy aquí, esperándote pacientemente hasta que estés listo para dar el siguiente paso en nuestro viaje juntos. No importa cuánto tiempo lleve, estaré aquí, como una estrella solitaria en el vasto universo, siempre brillando con la promesa de un amor que trasciende el tiempo y el espacio.
Draco, aunque los desafíos puedan parecer abrumadores en este momento, quiero que sepas que no estás solo. Estoy aquí para ti, en cada paso del camino, listo para apoyarte y amarte incondicionalmente.
Hasta que llegue el día en que podamos reunirnos de nuevo, recuerda que siempre estarás en mis pensamientos y en mi corazón, mi razón para seguir adelante.
Con todo mi amor,
Apolo"
Mientras releía la carta una y otra vez, una sonrisa se curvaba en mis labios, mi corazón lleno de gratitud y alegría. Sabía que, pase lo que pase, siempre tendría a Apolo a mi lado, su amor como un faro que me guiaría a través de las tormentas de la vida.
Con un suspiro de alivio y gratitud, guardé la carta en mi bolsillo y me dirigí hacia el desayuno, listo para enfrentar el día con renovada determinación y esperanza. Aunque el camino hacia la felicidad aún estaba lleno de desafíos, sabía que con el amor de Apolo a mi lado, podría superar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino.
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𝑪𝒐𝒏𝒔𝒕𝒆𝒍𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 & 𝑬𝒔𝒕𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 || 𝑨𝒑𝒐𝒍𝒐×𝑫𝒓𝒂𝒄𝒐
Hayran KurguMiré a Draco, sus ojos brillaban con una intensidad que siempre me había parecido fascinante. - Draco- comencé - Siempre he encontrado algo increíblemente interesante en ti. Me gusta cómo tus ojos brillan cuando hablas de algo que te apasiona. Esa...