Capítulo 26

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Azotar la puerta era algo común en Jennie cuando el mal humor se apoderada de su ser, era una señal para el resto de la servidumbre de no acercarse por nada del mundo a la muchacha, no si quieren seguir conservando su trabajo.

Dio vueltas en círculos. Había algo mal con ella, algo muy extraño y raro. Algo. Y eso era inquietante. Se puso las manos en la cara y exhalo con lentitud, fue inútil. Agarró su almohada y hundió un grito en ella. Eso estuvo mejor.

Pero no era suficiente. El malestar del cuerpo no se iba, la acidez en su pecho continúa molestando y pinchando cada segundo.

¡¿Qué mierda me está pasando?! 

No se aguantaba ni ella misma y era la primera vez que algo así le sucedía. Por el rabillo del ojo captó esa vieja sudadera de la pobretona, fue hasta ella veloz y la sujetó para luego lanzarla con violencia contra el suelo.

Era un buen momento para prender la chimenea con ese harapo.

Permaneció quieta por unos segundos y la recogió. Acarició el dinosaurio.

—¿Quién era él?—susurró—. Hizo que te olvidaras de tu apestosa ropa...

Momento, ¿por qué piensa en eso? Extraño, muy extraño. No sabe porque esta así, pero tenía algo que ver con la pobretona adicta a los fósiles. Así que mañana le diría en su cara que no le va a devolver su vieja ropa, sería su pequeña venganza por ignorarla.

Ella es responsable de lo que está pasando, por otra parte, no necesita motivos para molestarla, lo haría y ya. Punto.

Así que con una sonrisa traviesa se puso la sudadera y se echó en la cama. Tenía sueño. Después pensaría insultos ingeniosos contra la pobretona, pero por ahora va a desactivar su cerebro.

Estabas muy feliz... 

Con ese último pensamiento se entregó al mundo de los sueños.

Jennie llegó al colegio decidida a cumplir su objetivo. Traía la prenda en su mochila, lo único malo en su plan es que no sabe cómo encontrarse con la pobretona.

Una posibilidad es esperar afuera del edificio en donde se halla su salón, pero fue desechado al instante al pensar que ella es la que busca a la chica adicta a los fósiles, ¿qué van a decir de ella? No, eso sí que no.

Suspiró. Se estaba quedando sin opciones. Ingresó al salón y mantuvo la esperanza que en alguna de esas horas de estudio se le ocurra una brillante idea.

No ocurrió nada.

Ya solo faltaba una hora para que la campana suene y todo el mundo se vaya al recreo. Incluso estaban solos porque el profesor se fue por un problema personal.

—Oigan, miren quienes están haciendo ejercicio.

Oyó la voz de uno de sus compañeros el cual no le prestó atención, no tenía tiempo para estupideces.

—Vaya, que cuerpazo qué se cargan.

—Lo sé, lástima que sean pobres.

La última palabra fue un interruptor para Jennie qué no dudó en ponerse de pie y mirar hacia la ventana.

Las pobres corrían, era la hora de educación física.

—Miren, esos brazos y esas piernas. Ojalá y me asfixien con ellas.

—No seas asqueroso, Cho, ew—dijo una chica—. Aunque su piel brilla, no me molesta que no sean tan blancas, tienen su encanto—usó un tono coqueto.

—Brilla porque están sudando, idiota—comentó Nayeon. Jennie no se dio ni cuenta que sus amigas estaban al lado—. No sabía que te gustaba el sudor, cada quien con sus fetiches. Que asco.

Yo no hablo con pobresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora