Capítulo 35

11.3K 1.7K 1.1K
                                    

Jennie mantenía una sonrisa en el rostro mientras tomaba sol cerca de su piscina, era buen tiempo y nadar no sonaba nada mal.

—Esto es vida—dijo al extender la mano y sujetar un cóctel de frutas.

Todo regresó a la normalidad desde que las pobres volvieron a su colegio de cuarta. No sabía ni porque se puso triste al principio, no había razón alguna.

No habría distracciones en su grandiosa vida escolar ni motivos para enojarse, estaría en su grupo predilecto de amigas y las personas continuarán besando el piso por donde camina al querer estar o ser como ella.

Lo de siempre.

Lo mejor de todo es que por fin no se cruzaría con personas de bajos recursos. Ni una vez más. Solo con personas de clase alta, ¿acaso eso no era maravilloso? Sí, para ella lo es.

Pero todo esos "buenos" pensamientos se fueron al caño cuando vio algo conocido, demasiado para su gusto.

—¿Qué traes puesto?—preguntó a la sirvienta.

—¿Yo?

—Noo, le pregunté a tu mamá, ¡pues claro que tú!

—L-lo encontré en l-las cosas para regalar—la chica no se atrevió a ver sus ojos.

—¿Para regalar?—se extrañó.

—Sí. U-una sirvienta me dijo que usted estaba donando prendas viejas o las que n-no utiliza...

—Quítatelo—se puso de pie.

—¿Disculpe?

—¡Qué te lo quites! ¡Ahora! ¡Quítatelo!—bramó con la vena saltada.

Jennie no aguantó la lentitud de la chica y se lo arrancó a la fuerza. Y abrazó la prenda como si fuera lo más preciado del mundo, ciertamente, lo era.

—¡Estas despedida!

—¡¿Qué?! ¡Por favor, señorita Jennie, no me despida, en serio no sabía que esa sudadera era tan importante! ¡Lo juro!—suplicó.

—¿Qué esta ocurriendo aquí?—preguntó una mujer mayor.

—¡Señora Cho, por favor dígale a la señorita Jennie que no me despida! ¡Fue un error!

—¡Mi nana no te va a salvar! ¡Soy quien tiene la última palabra! ¡¿Entiendes?! ¡No te quiero ver! ¡Largo!—escupió con rabia—¡Y si no te vas de inmediato llamaré a la policía por robar mi ropa!

—Esta joven es muy integra, señorita. De seguro fue un error, por favor calmase y explíqueme la situación—intentó de razonar.

—¡No hay nada que explicar! ¡Esto es mío y solo mío! ¡Me pertenece! ¡¿Por qué no lo entienden?!—ocultó el rostro en la sudadera—. No la toquen, es mía...—su voz se quebró en la última palabra.

Ambas mujeres se vieron entre sí sin entender la actitud de la adolescente ante una simple prenda de vestir, aparentemente, no era tan simple.

—Espera, ¿dijiste donar?

Jennie no se detuvo a escuchar cuando salió disparada en busca de su ropa. Debía ser rápida. O puede que se hallé la horrible imagen de alguien vistiendo esas prendas.

Vio algunas cajas afuera. Fue hasta ellas y poco le importó qué la servidumbre le viera como una loca cuando abrió las cajas una por una con desesperación.

Hasta que encontró una caja con todo lo que buscaba.

Alivio.

Su corazón se embargó de aquel sentimiento.

Yo no hablo con pobresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora