Capítulo 11

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Era hora de educación física, y la única que disfrutaba mover los músculos era Jihyo, lo cual Jennie no entendía, ¿cómo es posible que lo disfrute cuando sudas? Y era mucho peor cuando estaban bajo el intenso sol.

—Descansen, luego continuamos—informó su profesora antes de retirarse.

El humor de Jennie no era el más agradable el día de hoy, el calor la estaba asfixiando y no ayudaba el hecho de que su profesora haya tenido la "magnífica" idea de ejercitarse en el exterior cuando hay una instalación perfectamente equipada con material deportivo, y todo bajo un techo.

Lo peor de todo es que esa profesora no le hacía caso en sus demandas junto a sus amigas, esa mujer por algún motivo es intocable, aun cuando hizo un berrinche a su padre no le pasó absolutamente nada.

—Ya vengo.

Fue lo único que dijo Jennie antes de retirarse del sitio, se saltaría la clase de educación física y no le importaría en lo más mínimo si le envían un reporte a su padre, tampoco es como si él alguna vez le vaya a decir algo.

Fue a lavarse la cara y se mojó el cabello, eso era lo que necesitaba, qué su cabeza no esté fundiéndose con los rayos solares o pronto su cerebro iba a explotar. Una vez satisfecha, se irguió, pero pegó un grito al ver una chica muy cerca de ella causando que caiga hacia atrás.

—¡Lo siento! ¡¿Estas bien?!

Jennie alzó la mirada y era esa chica de escasos recursos con miradas dudosas, vio como extendió la mano con la intención de ayudarla a ponerse de pie.

—¡Aléjate de mí, pobretona!—la miró con asco y rápidamente se paró.

—No era mi intención... umm, me llamo Lalisa o puedes decirme Lisa, como prefieras—se presentó con una sonrisa.

—¿Te pregunté o algo? No, ¿verdad? No me interesa como te llames, pobretona, a menos que conozcas a Adele, lo cual dudo, ni internet has de tener para saber quien es—rodó los ojos con fastidio y se percató que portaba una mochila color verde de dinosaurios, era realmente muy vieja, se notaba—. En serio, ¿Jurassic World?—se burló.

La de ojos gatunos tuvo una ligera duda, ¿qué hacía esa chica ahí? Era horario de clases y su salón se hallaba al otro extremo, aparte, ¿por qué llevaba esa ridícula mochila? Eso era un crimen contra la moda.

—¿Qué tiene? Los dinosaurios son muy geniales—le enseñó la mochila con orgullo olvidándose de lo que dijo—. ¡¿Sabías que los dos cuernos superiores del triceratops podían llegar a medir más de un metro?!—comunicó con ojos brillantes.

—Ay, no, que horror, aparte de pobre, adicta a los fósiles, que patética—puso una mueca de repulsión—. ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco?

—Tengo dieciséis—la voz de Lisa salió un poco afectada, pero se recompuso al instante—, pero el veintisiete de marzo cumplo años.

—Ajá, no sé que hago escuchándote, no vaya a ser que se me peguen los piojos, siento que la pobreza me respira en la nuca—dio la media vuelta dirigiéndose a su clase de educación física, eso era mejor que estar en el mismo lugar que esa pobretona.

—¡Los dinosaurios son geniales y te lo voy a demostrar, Jennie!—gritó Lisa con una sonrisa antes de irse corriendo.

Jennie paró su andar, ¿acaso escuchó bien? ¿Esa vagabunda pretendía dirigirle la palabra? Alzó la ceja ante la audacia de esa pobretona, pero hubo otra incógnita que asaltó su mente.

¿Cómo sabe mi nombre? 

Bueno, no era precisamente difícil de conocer aquel dato, ella era una de las reinas del colegio y el hecho que sepa su nombre solo era cuestión de tiempo, pero algo muy diferente es que se atreva a llamarla por su nombre.

Yo no hablo con pobresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora