Capítulo 27

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Jisoo se iba a escapar del colegio, otra vez.

El señor que le entregó el colibrí de vidrio quedó encantado con su trabajo, ahora tiene más clientes gracias a su recomendación.

Está vez creo una tortuga para una señora, la paga era muy buena y no había motivos para rechazar el pedido.

Se despidió y salió. Caminó con sigilo, no quería que los profesores la vieran, aunque si se enteran no es algo que le importe, solo no quiere problemas. Es un fastidio.

Fue hasta el muro y frenó su andar. Raro. Era muy raro la imagen que estaba contemplando, ¿se reía o mejor guarda silencio? Evidentemente, optó por la primera opción.

—Hey, Rosa Aurora, ¿qué tal la vista allá arriba? Bonito, ¿verdad?—soltó una fuerte carcajada—. Rapunzel estaría orgullosa de ti.

—¡Cállate, indigente! ¡Sí yo soy Rapunzel entonces tú eres ese pobre, ladrón, baboso y bueno para nada de Flynn! ¡Además, estoy enojada contigo, no me hables!

Eso le tomó por sorpresa, ¿por qué estaba enojada con ella? Hace días que no le ha hecho bromas junto a sus hermanas, por lo cual no tiene razones para enojarse. Arrugó la frente y cerró los ojos al querer evocar una memoria qué justifique su actitud.

Ninguna llegó.

Suspiró. Enfocó otra vez su vista en ella y una rebelde sonrisa se escapó de sus labios.

Parece una niña berrinchuda.

Quería aparentar normalidad, pero Jisoo sabía que no era así y mucho menos cuando estaba temblando subida en el muro aferrándose para no caer. Loca. Ella estaba loca.

Fin.

—Todas las princesitas están locas—dijo burlona.

—¿Acaso me estás llamando loca?—refunfuñó.

—¿Yo? No, ¿cómo crees?

—¡Mentirosa! ¡Dijiste que las princesas están locas, te refieres a mí!

—Vaya, así que en verdad te crees una princesa, wow—soltó una risita.

—¡Tú dijiste que soy una princesa! Tú lo dijiste...

Jisoo volteó el rostro al sentir un pequeño cosquilleo en las mejillas. Tierno. Eso había sido muy tierno al ver como lo dice con ese tono voz mimado y esos ojitos brillantes.

Debe despertar, había sido suficiente.

—Lo dije.

Fue lo último que pronunció antes de subir el muro y quedar delante de la chica, solo la observó unos segundos para luego saltar. No tenía tiempo. No iba a distraerse con esa riquilla cuando un importante cliente la espera.

—¡¿Vas a dejarme aquí?!

—Sí. No fue yo la tonta que se subió sin saber bajar.

—¿Por qué me tratas así...?—bajó la mirada.

¿Qué le pasa?

Quizá no sean amigas ni de lejos, pero jamás se había comportado de esa manera y era sumamente extraño. Parecía que iba a llorar, en verdad no la comprendía.

Sí, el mundo se volvió loco, y ella también.

—Vamos a hacer lo de la anterior vez, así que ven, yo te atrapó—extendió las manos hacia ella.

—¿Ya no me vas a tratar mal?—preguntó con un hilo de voz.

—¿Por qué te preocupa eso?—tenía curiosidad.

Yo no hablo con pobresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora