Jennie se halló en un dilema, nada grave, pero para ella lo era.
Debía comprar la sudadera qué había prometido a la pobretona, pero se negaba a ir a una de esas tiendas donde acuden la gentuza, ¿qué van a decir de ella si se enteran? Nada bueno, evidentemente.
—Es obvio que Chanel no va a tener.
A pesar de ser obvio, ella revisó. No es que no lo haya esperado, pero mantuvo la esperanza de hallar alguna ropa relacionada a esos apestosos fósiles.
—¿Por qué le tuvieron que gustar los dinosaurios? Hasta un gato es mejor.
Detuvo se tren de pensamientos para tener otro. Recordó que le dijo que sus ojos se parecen a los de un gatito, así que no dudó en tomarse una foto de sus ojos. Sonrió.
Después de tomarse unas cuantas se puso a buscar tiendas en la red y encontró un local especializado únicamente de los apestosos fósiles. La dirección es desconocida para ella, sin embargo, si no la conoce es porque es una zona nada exclusiva, en pocas palabras, un área donde reside la gente común y corriente.
Todo eso es sinónimo de pobreza y malvivientes.
—Llevaré dos repelentes para pobres, por si acaso.
Se levantó de la cama y fue hasta su armario, vestiría algo simple, pero con estilo. No quiere que los pordioseros le pidan limosna si la ven vestida como toda una reina, bueno, eso era debatible, porque ella ya es una reina.
Satisfecha con el conjunto, salió a encontrarse con su nana.
—Señorita Jennie, ¿va a salir?—dejó de limpiar la cocina.
—Sí, no me tardo. Cierto, para el almuerzo quiero langostas a la parrilla.
—De acuerdo, señorita. Tenga un buen día—se inclinó.
—Igual. Antes de que me olvidé, ¿mi papá llamó o algo?
—No, señorita, pero su hermano me dijo que le envió un regalo. Es posible que llegué en unos días.
—Ya veo. Entonces me voy.
No es como si pudiera estar decepcionada, su padre siempre ha sido así.
Frío y distante.
No hay mejores palabras que califiquen a su progenitor, de cualquier forma, su hermano Jin ha sido quien ha estado con ella para todo y en verdad agradecía tenerlo.
Está ocupado por ser el heredero de la compañía, lo sabe, pero aun así es inevitable que lo extrañe. En fin, en la noche lo llamaría para quejarse de la pobretona y su mal gusto por los dinosaurios, de hecho, hasta podría enviarle fotos de las notas para que vea sus dibujos infantiles y nada glamorosos.
Era una buena idea.
Le indicó al chófer a donde deben ir.
—Señorita, ¿está segura que es por aquí?
—Por desgracia, sí.
Según el GPS la tienda se encontraba en un callejón, era de día así que no había mayor peligro, además, tiene a sus dos guardaespaldas con ella.
Descendió del carro y atrajo varias miradas, no cualquiera anda en ese lujoso vehículo por esos lares.
—Aun estoy a tiempo de arrepentirme...—susurró.
Esa tienda era un vómito de colores y dinosaurios. Había desde ropa hasta accesorios y juguetes, nada mal para los amantes de esos reptiles.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?—dijo un joven.
ESTÁS LEYENDO
Yo no hablo con pobres
FanficSiete chicas pobres. Siete chicas millonarias. Un encuentro inesperado. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Nota: no permito adaptaciones.