Capítulo 33

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Jennie se colocó la corbata del uniforme con prisa. Iba tarde.

Dormir bien era indispensable para tener una piel bonita y ella era muy cuidadosa con su aspecto personal, pero sus noches se vieron envueltas de pensamientos sin sentido y fastidio.

Sus ojeras eran prueba de ello.

Desde ese día donde el estúpido de Xiumin pegó las notas en el mural de anuncios todo fue un desastre.

Cumplió con su amenaza de dejar a su familia en la calle, lo cual fue muy satisfactorio. Pero había un problema más grande.

La pobretona.

No había tenido una conversación apropiada con ella por el simple hecho que no la ha visto, ni por asomo. No sabía si la estaba evitando o qué, pero no sé iba a quedar así, nadie ignora a Kim Jennie y menos una de bajos recursos.

—Si me ignoras, ¿qué haré con todo esto?

Las cosas de esos apestosos fósiles estaban amontonadas en la esquina, pero debía ser un error, ¿por qué no quería verla? Es ella la que siempre quiere estar a su alrededor.

Descendió por las escaleras apresurada. Hoy sería el día que hablaría con ella.

Llegó al salón y saludo a sus amigas como de costumbre.

—Oigan, ¿qué les sucede?

Jennie notó algunos cambios de actitud de sus amigas. Estaban irritables y como idas en sus pensamientos, a veces ni hablaban.

—Ya te dije que nada—respondió Nayeon viendo el celular.

—¿Acaso es un crimen no sonreír?—Jihyo se concentró en su cuaderno.

—Olvídenlo, babosas.

Rodó los ojos y se concentró en lo que supuestamente debería al ser estudiante, la materia. Todo el mundo andaba raro desde ese día y no tenía la más mínima idea del por qué. Incluso Rosé ya no iba a su casa como era usual, más bien, ni siquiera sabía que es lo que hacía y ni se diga de sus otras amigas. Todo era un misterio.

Se puso de pie y fue abrir la ventana al querer viento, se moría de calor, pero sus ojos vieron a una personita en especial.

—Voy a ir al baño.

Avisó. Sus piernas la llevaron a la cancha, pero no la vio. Así que siguió recorriendo hasta que la encontró acariciando una ardilla. Tenía una sonrisa tímida dibujada en el rostro.

Pero se detuvo en seco al olvidar algo crucial.

Se habían besado.

¿Cómo pude olvidarlo? 

Se tocó los labios y sintió un cosquilleo. No. No. No. Otra vez sintió el pánico recorrer su cuerpo, no es posible que una pobre la besara.

Y lo peor de todo es que no lo impidió.

Dio un paso hacia atrás, pero una rama crujió y la chica se percató de su presencia.

Observó como su mirada cambió de asombro a una fría. No la saludo. No se emocionó al verla. No fue abrazarla. No dijo su nombre.

No la sonrió.

Entonces no fueron imaginaciones suyas, en verdad la pobretona le estaba ignorando. Cerró el puño y alzó la ceja.

Esto no se va a quedar así.

—Mira que eres descarada, pobretona. Me ignoras—no le respondió—. Te estoy hablando.

Yo no hablo con pobresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora