Capítulo 4

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Elías

Domingo. Un día inquietante para mí, ya que mañana iniciaría en mi nuevo trabajo. La ansiedad me mantuvo despierto gran parte de la noche, así que a la madrugada decidí levantarme. Me dirigí a la cocina , preparé una taza de té humeante y, sintiendo que el aire fresco de la gran manzana me llamaba, salí a disfrutarlo. Sin embargo, me topé con una vecina que me pareció divertida en su tosca apariencia.

Al verla vestida con una larga camisa que apenas le llegaba a las rodillas y su cabello desparramado por todas partes, no pude evitar verla . Se notaba que acababa de despertarse; quizás había tenido alguna pesadilla o simplemente se había dejado llevar por la pereza del domingo. Tuvimos una interacción breve pero curiosa. Su forma directa y un poco brusca de hablar contrastaba con mi estado soñoliento. Después de unos minutos, volví a la sala y decidí regresar a mi habitación en un intento de encontrar el sueño que se me había escapado.

Finalmente, desperté a las 9 de la mañana por el sonido insistente de mi teléfono. Para mi sorpresa—con un toque de sarcasmo—era Amanda.

—Hola, Fabián, ¿qué tal todo en tu nuevo lugar? ¿Ya nos extrañas, llorón? —dijo tan pronto como contesté. Rodé los ojos y me restragué las sienes mientras un gran bostezo escapaba de mis labios.

—Hola, déjame dormir —murmuré con voz adormilada.

—Ya sé que me extrañas porque... ¡por favor! Despertar y ver mi hermosa figura caminando por la sala con una camiseta larga me hace ver divina —afirmó con un ego desbordante. Fruncí el ceño ante su comentario.

¿Y qué tenía que ver eso con mis ganas de dormir?

—Adiós —fue lo único que logré decir antes de colgar.

No pasó mucho tiempo antes de que volviera a llamarme dos veces más. Luego, me dejó un mensaje indignada en el que se preguntaba cómo era posible que le cortara la llamada a la chica más sexy del campus universitario del que ambos habíamos salido. Rodé los ojos mientras leía su mensaje.

Amanda tenía cabello castaño, ojos azules y labios voluptuosos; su figura hacía que muchos quisieran lanzarse sobre ella. Sin embargo, nunca me había llamado la atención, algo que parecía molestarle cada año más. A pesar de ser una buena amiga hasta cierto punto, su insistencia era agotadora; no parecía capaz de aceptar un rechazo.

Cuando comprendí que no iba a poder volver a dormir gracias a Amanda y su insistente llamada matutina, decidí levantarme. Me dirigí al baño de mi habitación, donde todo estaba sorprendentemente ordenado. Me estiré un poco y dejé escapar un suspiro mientras pensaba en lo mucho que necesitaba una ducha para despejar mi mente.

Me metí en la ducha, disfrutando del agua caliente que caía sobre mí como una caricia revitalizante. Lavé mi cabello y dejé que el vapor llenara el baño mientras pensaba en lo emocionante y aterrador que sería comenzar mi nuevo trabajo al día siguiente.

Después de un rato, salí y me vestí de forma casual: unos jeans cómodos y una camiseta sencilla que dejaban entrever mi estilo relajado pero cuidadoso. Con la mente más despejada y sintiéndome renovado, salí a la cocina.

Al llegar allí, me encontré con Mael, quien estaba preparando algo para desayunar.

—¡Buenos días! —exclamó Mael alegremente—. ¿Listo para tu gran día mañana?

Hice una mueca y me senté en un taburete, sintiendo cómo la madera crujía bajo mi peso.

— Supongo — murmuré, encogiéndome de hombros mientras miraba por la ventana.

— Es tu primer día en el campus de la universidad. ¿Ya le diste una vuelta? — preguntó Mael, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Negué con la cabeza, sintiéndome un poco abrumada por la nueva experiencia.

El Chico Del Balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora