Capítulo 25

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James Arthur - Can I Be Him

Elías

Cuando Mael me dijo que tenía una sorpresa y comenzamos a bajar las escaleras, jamás imaginé que nos encontraríamos con una pelea desatada. La música retumbaba en mis oídos, pero el griterío y el alboroto de la gente aglomerada en la entrada eran aún más ensordecedores.

Nos acercamos al lugar empujados por la curiosidad, pero lo que encontramos fue un espectáculo desolador. Las luces parpadeaban sobre un grupo de personas enredadas en una pelea brutal, y para mi sorpresa, las involucradas eran nuestras chicas. La confusión se apoderó de mí; ¿cómo había llegado todo a este punto?

Nuestra sorpresa fue muy clara cuando vimos a Astrid en el suelo, tirando de las extensiones de Amanda mientras le gritaba que era una maldita perra. La escena era caótica, y la tensión en el aire se podía sentir como un chispazo. Mael se quedó paralizado por un momento, atónito ante lo que estaba sucediendo.

Cuando elevé mi mirada, me topé con Marcos en la esquina, junto a Clar. Lo que vi me dejó helado: su puño levantándose hacia ella. Mi sangre hirvió al instante. No podía creer lo que estaba a punto de suceder; era como si todo se moviera en cámara lenta.

Sin pensarlo dos veces, me lancé hacia adelante. La adrenalina recorría mi cuerpo y la rabia me impulsaba a actuar. No iba a permitir que Marcos le hiciera daño a Clar. Corrí con todas mis fuerzas, sintiendo cómo cada paso me acercaba más a confrontarlo. Después de un par de golpes, escuché a Mael gritar y vi cómo, segundos después, le propinaba un puñetazo a Marcos, algo que realmente me sorprendió. En ese instante, la furia se transformó en una especie de alivio al darme cuenta de que no estaba solo en esa pelea.

La situación nos llevó a una gasolinera cercana, donde la tensión y el caos se entrelazaban en el aire. Allí, rodeados por las luces parpadeantes y el sonido del motor de una bomba de gasolina, Clar y yo compartimos un par de confesiones sinceras que nos hicieron sentir más conectados que nunca y ahí Mael le pasó diez dólares a Astrid por una apuesta de la que no tenía idea, lo cual desató risas entre nosotros. El momento era tan absurdo que todos nos reímos sin parar, dejando atrás la tensión acumulada. Finalmente, tras charlar y reír juntos durante un buen rato, decidimos regresar a nuestros departamentos.

Al despedirnos, robé un beso a Clar; fue un gesto dulce que selló un pacto silencioso entre nosotros. En ese instante supe que todo lo vivido había fortalecido nuestro vínculo. Quedamos en que al día siguiente todos desayunaríamos en el departamento de Mélis— la verdad que el nombre que dijo Mael sonaba horrible pero se miraba muy feliz así que no quise llevarle la contraria .

Es sábado por la mañana y el sol se filtra a través de las cortinas, llenando el baño con una luz suave y cálida. Estoy en la ducha, disfrutando del agua caliente que cae sobre mi piel. El sonido del agua y el aroma del gel de ducha me envuelven, haciéndome sentir relajado y renovado.

Después de un rato, termino mi ducha y me seco con una toalla suave. Me miro en el espejo, peinándome rápidamente antes de vestirme con una camiseta cómoda y unos pantalones cortos. Salgo del baño sintiéndome fresco y listo para el día.

Me dirijo a la cocina del departamento, donde sé que Mael ya está. Al entrar, lo encuentro de pie frente a la estufa, concentrado en preparar algo para desayunar. Tiene una sonrisa despreocupada en su rostro mientras mueve una sartén; los aromas deliciosos llenan el aire. Pero no está solo: Astrid está allí también, apoyada en la encimera, sonriendo mientras observa a Mael.

—¡Buenos días! —les digo con una sonrisa mientras me acerco.

Mael se vuelve hacia mí, iluminando la habitación con su energía contagiosa.

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