Capítulo 16

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Elías

La había besado... ¿Sí? Era un hecho que resonaba en mi mente como un eco vibrante.

¿Quería seguir besándola? Sí, cada fibra de mi ser lo anhelaba.

¿Había sido un impulso? Sí, pero a veces los mejores momentos surgen de las decisiones más espontáneas.

¿Me arrepiento? No, en absoluto. No había nada de qué lamentarse; más bien, había una chispa de emoción que me hacía sentir vivo.

Al tenerla frente a mí en ese instante, con su mirada curiosa y esos labios que parecían invitarme a descubrir el mundo, solo pensé: ¿cómo sabrán sus besos? Era una pregunta que me rondaba la cabeza, y no podía resistirme a la tentación. Sin pensarlo dos veces, la besé.

El contacto fue electrizante. Sus labios eran suaves, y el mundo a nuestro alrededor se desvaneció en un susurro. Todo lo que existía era esa conexión pura y cruda entre nosotros. Me dejé llevar por la corriente, sintiendo cómo cada latido de mi corazón se sincronizaba con el ritmo de nuestro beso.

Fue un momento fugaz pero intenso; una chispa que iluminó la noche.

Bueno ,me quedo con la anécdota y no con las ganas...la bese .

Suelto un suspiro soñador mientras me subo al taburete. Ahí, Mael me observa con una ceja alzada, su expresión mezcla de curiosidad y diversión.

—¿Qué te pasó? —pregunta, ya son las cuatro de la tarde y él luce cómodo en su ropa casual.

—Muchas cosas —respondo, intentando ocultar la tormenta de pensamientos que hay en mi cabeza y que mi corazón late pensando en ello.

Él sonríe y me pasa una empanada fresca; el aroma de la masa crujiente me hace sentir un poco mejor. Lo cierto es que Mael se ha convertido en mi mejor amigo. Estas semanas, convivir con él ha sido un torbellino de risas y complicidades. La verdad es que, justo después del incidente con Marcos, Mael regresó a casa tan solo diez minutos después y me entregó una copa de vino. Me sonrió y no me preguntó por qué lo hice; fue como si entendiera que a veces simplemente necesitamos desconectarnos un poco del mundo. Al día siguiente, decidí contarle lo sucedido y simplemente me dijo que estaba orgulloso de mí......Y claro, la curiosidad mató al gato; no pude evitar preguntar:

—¿Y tú qué hacías con mis alumnas en el parque?

Mael se rió, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

—Bueno, Astrid y yo intercambiamos números el día que te abandoné en la oficina con Clarisse.

—¿En serio? —exclamé, sorprendido—. ¿Y qué más?

—Ayer, Astrid me mencionó que iba a salir con Clarisse. Sin pensarlo dos veces, me auto invité a acompañarlas.

—¿Te auto invitaste? —repetí entre risas—. Eres un atrevido.

—Es lo mejor que podía hacer —respondió con una sonrisa pícara y luego me miró—. A veces pensaba que la vida tiene una forma curiosa de entrelazar las historias de las personas. Nunca sabes cuándo alguien se volverá importante para ti o cómo esos lazos pueden cambiar tu perspectiva sobre todo lo que te rodea.

Algo me decía que Mael no lo decía solo por mí, sino también por él y... quizás por Astrid.

Mi teléfono vibra, sacándome de aquellos pensamientos y recuerdos. Miro la pantalla y suelto un bufido antes de colgar.

Mael me observa con curiosidad, y supongo que no necesito decirle nada, porque con solo ver mi cara, sabe exactamente quién podría ser.

—¿Vas a cenar? —pregunta, inclinando la cabeza ligeramente.

El Chico Del Balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora