Capítulo 24

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Clar

Han pasado varios días desde que Elías dejó de contestar su celular, y me di cuenta de que se había dañado, todo gracias a Mael. Durante los últimos días, parecía que él y Astrid se habían convertido en los chefs personales de la casa. Pasaban horas cocinando juntos, riendo y disfrutando de maratones de películas. La química entre ellos era innegable y realmente hermosa, pero para mí la situación era diferente. A pesar de lo que veía, no me atrevía a enfrentar a Elías cara a cara. Sin embargo, sentía que cuanto más tiempo dejaba pasar, más complicadas se volverían las cosas.

Finalmente,hoy decidí que tenía que actuar. Me armé de valor y me dirigí a su departamento para tocar su puerta.

—¿A dónde vas? —me preguntó Astrid al verme con la determinación en el rostro.

—Necesito hablar con Elías —respondí con firmeza—. No puedo dejar que esto siga así.

Astrid esbozó una sonrisa comprensiva y asintió.

—Está bien, pero... él está en un club esta noche —me informó mientras se arreglaba el cabello frente al espejo, dándole los últimos toques a su peinado.

Al escuchar la palabra "club", sentí como si una corriente eléctrica recorriera mi espalda. Mi ansiedad social comenzó a apoderarse de mí; aunque había ido a muchos clubes antes, siempre había estado acompañada o con un trago en la mano para calmar los nervios. La idea de enfrentar a Elías en ese ambiente tan vibrante y lleno de desconocidos me llenaba de incertidumbre. Las luces brillantes y la música estruendosa parecían convertirse en una muralla entre él y yo.

Tragué grueso y asentí lentamente, tratando de reunir el valor necesario para lo que estaba por venir.

—¿Quieres ir a buscarlo aún así?

—Sí —respondí, sintiendo que mi voz temblaba ligeramente.

—Muy bien, entonces alístate y te llevaré ahí —dijo con una sonrisa alentadora.

—¿Y tú cómo sabes que él está ahí?

—Mael —sonrió con complicidad, como si el nombre tuviera un poder especial.

Me vestí con un top negro elegante que resaltaba mis curvas y unos jeans ajustados que me hacían sentir un poco más segura. Me miré al espejo varias veces, buscando la confianza que necesitaba. Cada vez que veía mi reflejo, pensaba en lo que podría suceder esa noche: las risas, las miradas furtivas, tal vez incluso una conversación profunda con Elías. Finalmente, respiré hondo y decidí que no podía dejar que el miedo me detuviera.

Y aquí estoy ahora, parada a las afueras del club, tratando de agarrar valor. Astrid me observa con comprensión; ella trae una botella de agua y me la entrega con un gesto cálido.

—¿Lista? Cuando lo estés, entraremos. Y cuando quieras irte, también nos iremos —me dice con firmeza.

—Sí, gracias... es momento .

Mientras nos acercamos a la entrada del club, la música retumba en el aire como un latido constante que se siente en el pecho. Mis pensamientos se agolpan: ¿Qué dirá Elías? ¿Cómo reaccionará al verme? La incertidumbre es abrumadora, pero también hay una chispa de emoción que no puedo ignorar.

Al cruzar la puerta, un torbellino de colores y sonidos me envuelve. La luz tiene un brillo casi hipnótico; destellos de neón recorren el espacio, iluminando a las personas que se mueven al ritmo de la música. El aire está impregnado de una mezcla de perfumes y el aroma dulce de los cócteles recién servidos. La pista de baile es un mar de cuerpos en movimiento, cada uno sumergido en su propio mundo, mientras los DJ lanzan beats que hacen vibrar el suelo.

El Chico Del Balcón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora