Elías
El otoño transforma a Nueva York en una paleta vibrante de naranjas y rojos. Octubre llega con aire fresco, celebraciones y calabazas que adornan las calles. Los escaparates se llenan de guirnaldas, luces y figuras de Halloween, mientras las familias pasean buscando la calabaza perfecta.
Hace dos días, mientras me dirigía a almorzar, decidí dar un pequeño rodeo y pasar por el lado de la biblioteca. Antes de llegar, encontré un rincón encantador lleno de bancas bajo un gran árbol que, con sus hojas doradas de otoño, parecía un refugio perfecto. Allí vi a Bella, sentada en una de las bancas, concentrada en lo que escribía en su laptop. No pude evitar acercarme con una sonrisa, emocionado por la sorpresa.
—¡Lindo día! —dije alegremente.
Ella pegó un respingón y se sonrojó de inmediato, tragando con dificultad. Últimamente, había notado que mi presencia parecía dejarla sin palabras y, aunque eso me provocaba una extraña satisfacción, también extrañaba su característico sarcasmo que siempre solía tener a flor de piel.
—¡Imbécil! Me asustaste. No vuelvas a hacer eso —me dijo, señalándome con su lapicero mientras una sonrisa divertida se dibujaba en su rostro.
—Vamos, es octubre. Todos van a asustar —respondí haciéndome el ofendido.
—Eso se hace a fin de mes, genio —replicó ella, rodando los ojos con una expresión que me hizo reír.
Me senté en la banca junto a ella y eché un vistazo a su laptop. La pantalla estaba llena de notas y garabatos que parecían historias por contar. El aire fresco de otoño traía consigo el aroma de las hojas caídas y el café que algunas personas disfrutaban cerca; todo era perfecto para inspirarse.—¿Qué estás escribiendo? —le pregunté con curiosidad genuina.
Ella se dio cuenta de mi cercanía y cerró su laptop de golpe, como si le hubiera hecho una falta grave.—Nada —respondió evasivamente, aunque sabía que eso no era cierto.
—¿Ajá? —dije arqueando una ceja. Ella tragó grueso y luego respiró hondo antes de encararme.
—Sabes... es que me gusta escribir reseñas malas sobre profesores molestos y metiches en la página oficial de la universidad .
Sonreí divertido ante la idea.
—¿Y también has puesto que tú y tu profesor se besan? —bromeé con picardía.
Ella palideció al instante y cubrió mi boca con sus manos en un intento desesperado por silenciarme.—¡Cállate! —exclamó entre risas mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie nos escuchara.— Dios, Elías, deja de ser tan imprudente — dijo, bajando su mano de mi boca. No pude evitar reír al ver cómo se puso pálida, como si le hubieran dado un susto monumental.
— ¿Qué tiene? — le respondí, mientras ella me miraba con una mezcla de incredulidad y furia, como si estuviera a punto de matarme.
— ¡Que no! — se cruzó de brazos, adoptando una postura desafiante.
— Umj, pues tu profesor quiere volver a probar esos labios — dije con picardía, acercándome un poco más. Ella levantó las manos en un gesto dramático, como si estuviera preparándose para un combate de boxeo.
— ¡Sé karate! — exclamó, y no pude evitar soltar una risa. — No te me acerques — advirtió, pero su tono no era del todo serio; había un destello de diversión en sus ojos.
— Eso no me dijiste hace un par de días — respondí con una sonrisa traviesa, acercándome aún más. Observé cómo sus ojos cafés se agrandaban y cómo retrocedía un poco más lejos de donde yo estaba, como si intentara poner distancia entre nosotros.
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El Chico Del Balcón
RomanceCuando Elías se muda a una nueva ciudad, lo último que imagina es que un simple balcón se convertirá en su refugio. Sin embargo, todo cambia al conocer a su vecina, clarisse , cuya lengua afilada y sarcasmo mordaz logran arrancarle sonrisas incluso...