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Los días pasan tranquilos. Han planificado quedarse, al menos, dos semanas. No es que estén huyendo de alguna responsabilidad inevitable, pero existe una suave inercia que los mantiene a buen resguardo, como embelesados con la novedad de la lejanía. La realidad parece una preocupación insignificante cuando pueden conversar largas horas en el jardín de la casa, tomando té y mirando el gran árbol de cerezo que se mece frente a sus ojos. La brisa de la tarde es tibia, refresca los pensamientos y les anima a compartir sonrisas cómplices, aún cuando no existe una razón precisa para hacerlo.

Pero también tienen momentos malos como ese, en los que sus personalidades parecen no coincidir en absoluto. Surgió a partir de una situación trivial y se expandió como una onda radioactiva que deformó todo a su paso en cuestión de segundos.

Habían decidido ir a dar un paseo por el parque cercano a la casa de Yacchan. La noche estaba a punto de cerrar, solo unos tenues rayos rojizos teñían las calles por donde caminaban en silencio, simplemente disfrutando la compañía. El cobrizo tenía una pequeña sonrisa dibujada en el rostro, ya que minutos antes el mayor le había entregado una caléndula que encontraron junto a unos arbustos. "Tus ojos tienen un tono similar", le había dicho, mientras la posicionaba frente a él para que pudieran apreciarla mejor. Después de compartir un beso lento, continuaron su camino, con Yacchan sosteniendo la pequeña flor amarilla en su mano.

De forma repentina, la voz de una mujer joven hizo eco a sus espaldas, llamando el nombre de Tamura. La circulación de Yaguchi se detuvo por un segundo, sorprendido y asustado de que alguien, en ese lugar tan seguro como era su propia ciudad de nacimiento, pudiera irrumpirlos sin reparos. El peliazul fue el único en voltear, aunque, para sorpresa de Yacchan, la expresión de su rostro pasó de estar seria, casi a la defensiva, a relajarse en un sencillo gesto de reconocimiento.

- ¡Tamura-senpai! - la dueña de la voz ahora invadía el espacio de ambos con su presencia. El menor podía sentirla a pocos centímetros de su espalda, su perfume denso y acaramelado le produjo náuseas - no pensé encontrarte en un lugar tan lejano como este.

- Sobre todo cuando la última vez que nos vimos fue en Manhattan. ¿Estás aquí de vacaciones? - cuestionó a modo de respuesta.

- En realidad, vine porque mi hermano mayor se casa en un par de días. Mis padres tenían la ilusión de que todo fuera tradicional, así que decidieron que la ceremonia se haga en casa de los abuelos, ya que ellos no pueden viajar durante tantas horas - explicó con un entusiasmo desbordante que solo enfermaba más al cobrizo - por cierto, ¿vienes con este chico? - preguntó con curiosidad, centrando su atención en él.

- Ah, sí - el mayor se tensó ligeramente, pero se recuperó de inmediato - disculpa que no los haya presentado, él es un antiguo amigo del instituto: su nombre es Kyousuke - por primera vez en todo ese tiempo, sus ojos azules se posaron en el cobrizo, pero no revelaron absolutamente nada que le diera un indicio de cómo debía sentirse en esa situación - ella es Kanae, una kohai de mi antigua universidad.

- Mucho gusto, Kyou-chan. Es tan genial que sigan en contacto después de tanto tiempo - le dedicó una sonrisa brillante, aunque no recibió ninguna de vuelta.

- Solo fue un reencuentro casual, no lo teníamos planeado ni nada por el estilo - respondió secamente, las palabras picando en su lengua.

- Ya veo, ese tipo de cosas también pueden pasar, ¿no es así? - intentó mantener el buen ánimo, a pesar del ambiente sombrío que comenzaba a formarse en torno a ellos.

- ¿Entonces tienes planeado quedarte después del matrimonio de tu hermano? - interrumpió Tamura para desviar el tema hacia otro más inofensivo.

- Así es, no puedo descuidar las clases durante mucho tiempo, tuve que hacer tanto para estar aquí... ¿Tú no piensas volver, Tamura-senpai?

HERMOSA PESADILLA [YACCHAN ♡ TAMURA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora