39.

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—No. Ni creas que yo lavaré los platos —se queja Kevin.

Levanto una mano antes de que Zhang Hao se ofrezca a hacerlo y tomo todos los platos.

—Ya lo haré yo en la noche, feo —pongo los platos en el fregadero y regreso a la barra.

—Vamos al cine —pide Kevin.

—Sí, me parece bien. Solo déjame ir a dejar a Hao a su casa —le digo mientras tomo las llaves del auto.

—Oye, invita al niño. Después del infierno que debió ser haber tenido que estar contigo más de tres horas seguidas, merece una recompensa —habla y le da unas palmaditas en la espalda a Zhang.

Pero Hao niega y titubea, sonriéndonos a ambos con nerviosismo.

—No, no es necesario. Y-Yo... No tengo dinero y...

—Oh, vamos, niño. Hanbin pagará tu entrada —lo tranquiliza Kevin.

—¿Disculpa? —lo miro enojado.

—Bueno, ya. Yo lo pago. Pero tú pagarás las palomitas —sonríe en grande.

—N-No, hablo en serio. Gracias, pero creo que debería volver a casa —se disculpa.

—Ay, vamos. Sólo son un par de horas —levanta a Zhang Hao de la silla y yo intento con mímica decirle que no pienso llevar al chino al cine—. Además, es una película de terror, te gustará. Se llama "El carácter de Sung Hanbin".

—Kevin... —lo miro molesto.

—Ya, Hanbin. Yo voy de copiloto —y sale corriendo por la puerta principal.

—No tienen porqué, entrenador.

—Si no te llevo me estará golpeando las pelotas todo el maldito día —miro el reloj—. Vamos, es temprano y habrá mejores lugares.

Hao se rasca la mejilla y pasa a un lado mío.

—L-Le pagaré todo a su amigo, lo prometo —me dice mientras abre la puerta de la entrada.

Pero troto hasta él y cierro antes de que abra completamente. Puedo sentir su mano, es pequeña y su piel está fría.

—No. Créeme que no quieras volver a ver a Kevin, es un fastidio.

—¿Siempre se burla de sus amigos cuando no están? —ríe.

—Pues a ti te insulto en tu cara a veces, dímelo tú.

—Pero... No soy... S-su amigo —ríe con nerviosismo.

—Cierto, buen punto... Entonces, sí. Siempre me burlo de mis amigos cuando no están. Pero como sea, ignora lo del dinero, es solo una entrada al cine. Vamos.

Le doy una ligera palmada en la espalda y abro la puerta para dejarlo salir antes que yo y cerrar la puerta de la casa.

(...)

—¿Cuál quieren ver? —pregunta Kevin una vez estamos en la fila.

—La que sea —respondemos Zhang Hao y yo al unísono.

—¿"La que sea"? ¿Dónde está esa? No la veo —finge buscar el título en la cartelera.

—Mierda, Kevin. Escoge la que sea, igual te vas a dormir a media función, como siempre —pongo los ojos en blanco—. Ustedes escojan la película, iré por unas palomitas y refrescos.

Me doy la vuelta, pero al pensarlo bien, regreso con ambos. Tomando a Hao de la muñeca y alejándolo de Kevin.

—Dios, hasta tengo puto miedo de dejar a un niño solo contigo.

—Ya no soy un... —habla Hao.

—Ay, tiene... ¿Qué? ¿Diecisiete? De inocente ya no tendrá nada. Seguramente ya... —cubro las orejas de Zhang Hao antes de que termine de hablar y con mis manos en su cabeza le doy la vuelta para ir a la fila de las palomitas.

—Ignóralo, a veces pienso que nunca superó la pubertad.

—Pero tiene razón, no soy un niño, entrenador, tengo dieciocho y, ¿q-qué es lo peor que su amigo podría decirme? —ríe y lo mira a lo lejos.

—Já —me cruzo de brazos y sonrió—. La pregunta es, ¿qué es lo menos peor que podría decirte? ¿Sabes que es una "punta de Dios"?

Tartamudea y niega.

—¿Q-Qué es?

—Ni idea —me encojo de hombros—. Lo golpeé antes de que continuará con la explicación.

Después de algunos minutos llegamos y ordeno unas palomitas medianas, unas pequeñas y tres refrescos.

Zhang Hao ve los dulces de la vitrina con un niño pequeño y yo sólo rió un poco.

—Tardaron tres veces lo que yo tarde en ir por los boletos —se queja Kevin, quitándome las palomitas medianas para comer de ellas.

—Esas —señalo la caja—, son mías. Estas —le quito las palomitas medianas y le doy las pequeñas—, son para ustedes dos —lo señalo después de Zhang y sonrío.

—Yo tengo los boletos —amenaza.

—Los que compró con su dinero —susurra Hao y yo rió en grande, mientras él mira apenado el suelo al sentir la mirada de Kevin.

—Déjalo en paz, tiene razón —le digo a Kevin—. Ya vamos a la sala.

—Ah, sobre eso. La película empezó hace diez minutos.

—¿Qué? —le doy la charola con los refrescos y palomitas a Hao y le quito los boletos a Kevin para caminar hacia el boletero.

Cuando entramos a la sala las luces ya están apagadas, pero apenas están pasando los nombres de los protagonistas y directores principales.

Miro el número de los asientos y los guío hasta yo quedar en el asiento más cerca al centro.

—Ah, no, Sung. Ese. Es mi asiento —lo reclama y se sienta antes que yo, pero como estaba a punto de sentarme, caigo sobre sus piernas a lo que al instante me levanto alarmado—. ¿Qué, Binnie? —puedo ver que forma un falso puchero a pesar de la poca luz—. ¿Daddy Kevin te asusta?

—¿Daddy? —lo miro confundido.

—No me jodas que no sabes que es eso, Hanbin. Es cuando...

—Shhh —nos callan varias personas.

—Entrenador —Hao me toma del brazo y me incita a sentarme en el asiento a lado de Kevin.

gym ♡ haobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora