No fue fácil explicarle al mundo que ya no sería más Cristian, y que de ahora en adelante debían llamarla Yelena. Quienes menos pudieron comprender este abrupto y repentino cambio fueron sus padres. Lisandro López Carrera siempre creyó que su hijo se haría cargo de la empresa familiar. Lo crió para eso. Le enseñó todo lo que sabe sobre el mundo de los negocios y cómo mover grandes sumas de dinero, y lo educó para que pudiera distinguir una buena cosecha de una mediocre. La familia López Carrera es conocida en Mendoza por ser propietarios de numerosos viñedos de donde salen algunos de los mejores vinos del país. "Producir uvas para el vino es tanto una ciencia como un arte", solía decirle su padre. Lisandro fue criado con la convicción de que el hombre es la cabeza de la familia, quien tiene la obligación de proveer. Cuando su esposa quedó embarazada, sufrió una gran desilusión al enterarse que tendría una hija. Así nació Rebeca, quien pasó años intentando comprender el negocio familiar, a hurtadillas... porque a su padre no le gustaba que una chica se metiera en los asuntos de negocio. "Las mujeres son demasiado sensibles, carecen de la mente fría que requieren los negocios", solía decir a quien le pidiera su opinión.
Además, Lisandro no estaba obligado a dejar su empresa a cargo de su hija, porque la vida le sonrió dándole a Cristian. El día que su primer hijo varón llegó al mundo, organizó una gran fiesta a la que acudieron todos los estancieros de la zona. Fue una gran carneada con abundante vino de la mejor calidad. Eran tiempos de buena fortuna y había que celebrar.
Desde entonces todo marcharía bien para los López Carrera. El tener un hijo varón que heredaría la empresa familiar dio una inyección de energía a Lisandro y consiguió hacer muy buenos tratos, y las cosechas acompañaron. Él sigue afirmando que desde que nació su hijo sus viñedos producen las mejores uvas del país.
Cristian creció como un chico obediente, respetuoso, atento, inteligente... quizás algo tímido. Aún le faltaba desarrollar esa mentalidad de "Tiburón de los negocios", pero esto no era un problema para Lisandro. El tiempo se encargaría de curtir a su hijo.
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Para Lisandro Pérez Carrera uno de los peores momentos de su vida ocurrió durante una cena con un grupo inversionista. Su hijo Cristian ya tenía dieciocho años y solía presenciar estas reuniones, para aprender cómo agasajar y al mismo tiempo negociar con futuros inversionistas. "Es todo un arte, prestá atención", le había dicho su padre.
Lisandro estuvo tan atento al líder del grupo de inversionistas que no prestó atención al intercambio de miradas entre Cristian y uno de los socios del grupo. Un hombre de unos cuarenta años, de mandíbula cuadrada, perfectamente afeitado, prolijo cabello negro entrecano. Todo un galán. Lisandro pensó que su hija Rebeca lo encontraría muy simpático y atractivo. Hasta pensó en presentárselo. La chica ya tenía veinte años y Lisandro no veía mal la diferencia de edad. Menos cuando podía traer beneficios a la familia.
Lo que jamás imaginó fue la escena con la que se encontró después de la cena, al salir del baño. Para volver al lujoso living, donde se había trasladado la reunión, tuvo que cruzar un pasillo que daba a una pequeña taberna que él mismo había mandado a construir. Más tarde invitaría a los inversores a tomar una copa de vino mientras escuchaban a alguna banda de jazz en vivo. En ese momento la taberna debería estar vacía, por eso se sorprendió al escuchar voces. Pensó que se trataría de algunos de sus numerosos empleados, que estaban poniendo a punto los últimos detalles. Por eso entró, quería asegurarse de que todo estuviera en su lugar. Y allí lo vio... Cristian... de rodillas frente a ese apuesto hombre de negocios... comiéndole la verga. Sí. Su hijo, el mismo hijo que él había criado para hacerse cargo de la empresa familiar, le estaba comiendo la verga a un tipo... como si fuera un puto cualquiera.
Lisandro sintió que el mundo se le venía abajo. No podía creer que su único hijo varón se estuviera comportando de esa manera. Esto podía ser una vergüenza familiar. La ruina absoluta. Él no podía ser el padre de un maricón. Y sin embargo, ahí estaba Cristian, haciendo un gran esfuerzo por tragar toda esa ancha verga. La estaba chupando con verdadero entusiasmo.
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Intriga Lasciva - El Instituto.
Mystery / ThrillerSiara y Erika son dos amigas que deciden formar un club de "detectives" en el instituto. Su idea es resolver cualquier misterio interesante que se les presente. Lo que ellas no sospechan es que, por diversos motivos, los casos a resolver suelen esta...