33. Diógenes y Marcela.

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Se estaba preparando para salir, salió de su cuarto en ropa interior encaminada hacia el lavadero, donde seguramente encontraría limpia y seca la blusa que se quería poner. A mitad de camino Siara se detuvo al escuchar ruidos sospechosos provenientes del despacho de su madre. Abrió sin golpear y se quedó con los ojos desencajados al ver la peculiar escena que se estaba desarrollando dentro.

Verónica LeClerc estaba sentada en una silla de oficina grande y muy cómoda, con respaldo alto. Tenía las piernas bien abiertas, sobre los reposabrazos, y no tenía pantalón ni ropa interior. Aún así Siara no le vio la concha, ya que había una cabeza, de pelo rubio pajizo que le tapaba la visión.

Lo que más le sorprendió fue que su madre reaccionó con total normalidad ante esta irrupción. La saludó con una mano y una radiante sonrisa en los labios. Ni siquiera intentó disimular lo que estaba ocurriendo. Miró a la chica que estaba de rodillas frente a ella y le dijo:

—Querida, vas a tener que esforzarte más si querés un lugar en el próximo desfile. Te noto poco entusiasmada.

Siara se acercó a su madre y se paró junto a ella para ver como esa preciosa jovencita (que debía tener más o menos su misma edad) le daba fuertes chupones al clítoris de Verónica. Luego hundió su lengua, como si fuera una lesbiana experta. De reojo pudo ver que Siara estaba ahí, sin embargo no se detuvo.

—Eso, así me gusta más —dijo Verónica—. Con entusiasmo. ¿Estuviste practicando con tu compañera de cuarto?

La chica, que tenía unos ojos verdes hermosos y una nariz delicada y perfecta, asintió con la cabeza, sin dejar de lamer la vagina de su jefa.

—Muy bien, seguí practicando con ella. Te estás volviendo muy buena en esto; pero todavía te queda mucho margen para mejorar. Ahora podés retirarte.

—Gracias —dijo la chica, poniéndose de pie. Miró a Siara a los ojos, pero no dijo nada. Luego volvió a mirar a Verónica—. ¿Voy a participar en el desfile?

—Mmm... eso va a depender de vos, chiquita. Si la próxima vez lo hacés mejor, entonces tenés un lugar asegurado.

La rubia sonrió y asintió con la cabeza.

—Prometo que me voy a esforzar mucho. Gracias por esta oportunidad. —Luego de decir esto, se retiró.

Hubo un momento de silencio mientras Verónica se secaba la vagina con un pañuelo descartable.

—¿Qué fue todo eso, mamá? —Preguntó Siara, sin poder dejar de mirarle el sexo.

—¿Qué fue qué?

—Eso... no te hagas la boluda. ¿Por qué esa chica te estaba chupando la concha? ¿Acaso sos lesbiana?

—Ay, Siara... estás entendiendo todo mal. No soy lesbiana. Aunque... sí puedo disfrutar de las lamidas de una mujer... al fin y al cabo, las mujeres somos las que mejor conocemos la concha.

—Pero... ¿por qué te la estaba chupando? ¿Es cierto todo eso de que si lo hace bien la vas a dejar participar en el desfile?

—Sí, amor... es cierto —Verónica se quedó muy tranquila, acariciando lentamente su clítoris—. Digamos que éste es un método que aprendí para poner a prueba el entusiasmo de las modelos. Tengo muchas buenas candidatas; pero solo unas pocas están dispuestas a hacer todo lo necesario para conseguir un puesto.

—Pero... pero... está mal, mamá... ¿cómo las vas a obligar a chuparte la concha?

—Yo no las obligo, Siara. Simplemente les comento que si quieren modelar para mí, es necesario que me muestren su entusiasmo... y que éste es el mejor método para hacerlo.

Intriga Lasciva - El Instituto.Where stories live. Discover now