27. El Orgullo de Siara.

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Oriana necesitaba hablar con su novio. No podía invitarlo a su cuarto sin tener que tolerar uno de los interminables sermones de su madre en los cuales le explicaba sobre la decencia de la mujer y le recordaba que eso de encerrarse en un cuarto sola con un hombre no era apropiado, aunque se tratase de su novio. Sin embargo esta situación ameritaba soportar a su madre porque su relación con Fernando corría riesgo de desmoronarse si es que ella no arreglaba el asunto. Había repasado mentalmente todo lo que ocurrió en el Hotel Costa Verde e intentó recordar qué frases fueron dichas y en qué momento. Ideó alguna respuesta para ellas, pero nada le aseguraba que la charla fuera a terminar bien. Su novio haría preguntas que no sería capaz de responder. La única alternativa que le quedaba era mostrarse segura de sí misma, hablar sin titubeos.

Para relajarse y hacer más corta la espera, Ori decidió masturbarse. Estaba desnuda de la cintura para abajo, en la cama, con las piernas bien abiertas. Sus dedos comenzaron con movimientos tímidos, le llevó tiempo encontrar el punto justo de excitación, y no se debía a un motivo físico, ya que el clítoris estaba recibiendo el estímulo apropiado. A Oriana se le hacía muy difícil apartar de su mente lo ocurrido en aquel cuarto del Hotel Costa Verde. El eco de lo que sintió al tener esas pijas dentro de su boca, el sabor del semen, el dolor de la dura penetración que sufrió su inexperta vagina, todo esto la llevaba a un punto muy alto de calentura y no entendía por qué. No quería darle el privilegio a esos hijos de puta de ser el foco de su excitación; pero no podía evitarlo. Sus dedos se descontrolaron cuando revivió mentalmente el momento que pasó con una gruesa verga en la boca, que buscaba hundirse hasta el fondo de su garganta, y una pija entrando y saliendo de su concha con una potencia que nunca antes había experimentado.

La puerta de su cuarto se abrió y por puro acto reflejo Oriana se cubrió con la sábana. Fernando entró y no le dio el acostumbrado abrazo, ni un beso en la boca. Estaba pálido, como si hubiera tenido un encuentro cercano con la muerte. Oriana no se imaginó que su novio se habría tomado tan mal el asunto. Él se sentó en el extremo de la cama más lejano a ella.

"Ni siquiera quiere tocarme", pensó Ori.

―¿Qué fue lo que pasó? ―Preguntó Fernando, sin poder mantener el contacto visual por más de un segundo.

Ni siquiera se fijó en que el movimiento de la mano de Oriana seguía debajo de las sábanas.

―¿Qué creés que pasó?

―Em... no sé... decime vos...

―No, antes que nada quiero que me des tu respuesta sincera. Y pensá muy bien lo que vas a decir. ¿Qué creés que pasó?

―¿Sinceramente? Creo que... me pusiste los cuernos... ―Fernando tragó saliva―. Con dos tipos. Dos ―levantó dos dedos para enfatizar el número.

"¿Así que cree que fui una puta que le metió los cuernos?", pensó Oriana. A Fernando ni siquiera se le ocurrió pensar que ella pudo ser forzada a realizar esas acciones. Pero en lugar de enojarse por la respuesta de su novio, sintió alivio, porque esa postura le daba poder. El poder de la indignación.

―¿Me estás cargando, Fernando? ¿De verdad me creés capaz de meterte los cuernos con dos tipos? ¿Acaso pensás que soy una puta?

―Nunca dije que fueras una pu... que fueras eso. Pero... escuché todo y es difícil verlo de otra manera.

―Evidentemente no tenés idea de lo que ocurrió en realidad.

―Puede ser... y me gustaría saberlo. ¿Qué pasó?

―No sé por dónde empezar. Decime qué cosas te hacen sospechar que yo te engañé y vas a ver que hay una explicación lógica para todo.

Oriana se sentía más cómoda con la técnica del interrogatorio. Sentía que era más sencillo responder a las dudas de su novio antes que hablar de más. De esta forma podría dosificar la información.

Intriga Lasciva - El Instituto.Where stories live. Discover now