32. Arte y Boxeo.

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Siara estaba buscando el salón del Club de Arte en los pasillos, por un momento creyó que le habían dado mal las indicaciones. Todos los salones parecían genéricos, nada la llevaba a pensar "acá se hace arte". Justo cuando estaba a punto de desistir en la búsqueda, vio la inconfundible cabellera de abundantes bucles dorados que solo podía pertenecer a Stefany Lemmens, la profesora de arte.

La interceptó antes de perderla de vista y le dijo:

—La estaba buscando, profe. Vamos a comenzar con la investigación del asunto que nos comentó. Ya llené mi aplicación para el Club de Arte, aunque... le aviso que es temporal. Hasta que el asunto haya sido aclarado. Yelena López Carrera, una de sus alumnas, se sumó a nuestro club de detectives, ella va a colaborar con nosotras.

—Ay... perfecto. Me alegra que se estén tomando el asunto tan en serio. Me tiene muy preocupada. No quiero que esto afecte la integridad del club. Soy de mente abierta; pero que uno de mis alumnos esté usando a su propia madre como modelo para ilustraciones sexualmente explícitas, es algo que no puedo dejar pasar. Vení, te voy a presentar al resto de los miembros del club. Espero que te sientas cómoda durante el tiempo que pases con nosotros.

—Muy bien... ah, una cosita antes de entrar. Intentá que la clase se mantenga como si fuera una más, no hace falta que cambien nada. A mí me interesa ver cómo es el proceso de trabajo que usan siempre.

—Ok, eso me deja más tranquila. Cualquier ayudita extra que necesites, avisame.

El salón de arte era pequeño y discreto. Siara creyó que sería un club muy popular, con decenas de integrantes; pero solo había un pequeño puñado de gente. La mayoría eran mujeres. Diógenes Laiseca, el chico que debían investigar, era el único varón.

El resto del club estaba compuesto por dos chicas que andaban siempre juntas, las había visto varias veces en los pasillos del instituto: Corea Masantonio, delgada, bajita y muy bonita; a Siara le recordó un poco a Candy, la periodista; pero Corea tiene el pelo negro. Y su amiga inseparable, Ludmila Torres.

Ludmila es una chica sumamente llamativa, por empezar, tiene el cabello color caoba, ojos bien grandes y llamativos y, por sobre todas las cosas, unas tetas enormes. A Siara le parecieron aún más imponentes que las de Erika. Era obvio que Ludmila intentaba cubrir su gran delantera de la mejor forma posible, pero cualquier pequeño escote que utilizara, en ella se incrementaba. Y todo parecía quedarle muy ajustado. A la pobre debería costarle conseguir ropa de su talle, porque es delgada, su cuerpo parece bastante menudo; pero esas tetas necesitan mucho espacio.

También estaba Agustina Buteller, una alumna de tercer año que no despertó mucho interés en Siara. Parecía algo tímida, evitaba el contacto visual con casi todos, excepto por una persona: Hilda Mellmann.

Siara sabe bien quién es Hilda. Cursa en 2do D y casi todo el instituto conoce su apellido. Los Mellmann son una familia muy adinerada, y eso no es gran cosa en un instituto donde la mayoría de los alumnos provienen de familias adineradas; pero los Mellmann son los dueños del instituto. Al menos del edificio. Por eso el hall de entrada se lo conoce como el Hall Mellmann. Para poder dictar clases, el instituto debe pagarle grandes sumas de dinero a los Mellmann y por eso Hilda goza de una posición privilegiada. Suelen tratarla como si fuera una princesa. Literal. Hasta tiene su propio baño, para que no tenga que compartirlo con las demás alumnas... y otros privilegios.

El atuendo de Hilda la hace parecer como miembro de la iglesia mormona, a pesar de no serlo. Siempre se viste de forma discreta, sin enseñar ni un milímetro de más, aunque a pesar de eso sigue siendo llamativa. Es rubia, de pelo lacio y flequillo en la frente. Tiene ojos verdes de gata, nariz pequeña y perfecta y labios que son sensuales de una forma sutil, nada pornográfico.

Intriga Lasciva - El Instituto.Where stories live. Discover now