9 • Ira

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Tenko se encontraba sentado en una mesa dentro del pabellón de máxima seguridad. No había dormido en toda la noche y no sabía exactamente por qué. Tenía un mal presentimiento desde hacía unos días, no lo dejaba en paz ni siquiera para dormir.

Encendieron las luces como símbolo de que ya era hora de levantarse, aunque algunos permanecían en sus literas unas cuantas horas más tarde.

Isamu-san si se levantó, como todos los días, directo a beber la primera taza de café en la mañana, y se encontró al joven Tenko sentado en la mesa.

-Al menos podrías sentarte en la silla.- Se sirvió el café y se sentó en esa mesa con el menor.- ¿Y ahora? ¿Qué te pasa ahora? Realmente te comportas como un niño berrinchudo.

Tenko se encogió de hombros.

Isamu había sido una suerte de consejero para Tenko, una clase de figura paterna a la que acudir en ciertas ocasiones. Si se trataba de mover droga por el pabellón o cualquier otro tipo de contrabando, o si había que extorsionar a un guardia, o vigilar si había que golpear a algún recluso, Isamu-san siempre estaba ahí.

Pero en este caso, cuando se trataba de sentimientos, ese hombre era tan útil como un tenedor para la sopa.

-¿Es sobre el joven Touya? Créeme que la vida ahí fuera es tan ajetreada que uno se olvida que tiene a un ser querido en prisión. Pronto vendrá a visitarte.

Tenko se recostó sobre la mesa.- Ese no es el problema... Dudo que alguien como tú entienda lo que es preocuparse por su familia.

Isamu rio, no se sentía ofendido en lo .as mínimo. Sabía que era un padre y esposo terrible, sabía que era un hermano e hijo deplorable, no buscaba el cariño de nadie en su familia y aquella relación paternal que mantenía con Tenko era simplemente una mezcla de intereses y respeto.

El anciano era traficante, todo tipo de sustancias ilícitas recorrían Japón gracias al comercio de ese hombre. Por lo que, en cuanto a su familia, solo podía ser catalogado como una basura. Engañaba a su esposa, la maltrataba, sus dos hijos lo odiaban al punto de no verlo en años, su padre murió decepcionado y sus hermanos no hacían más que darle dinero para la despensa solo por pena. No había consejo que pudiera ofrecer.

Aun así, hay veces en las que los consejos no son necesarios, tan solo se necesitan un par de oídos para desahogarse.

-Quisiera ver a mi hija, también a mi esposo. Aunque estos días he sentido la necesidad de verla a ella...

El mayor dio un sorbo al café.- Mi esposa tuvo el mismo insomnio un tiempo, nuestro hijo mayor estaba en la universidad y no sé comunicaba con nosotros. Pero ella sabía que algo andaba mal... Al final nos enteramos que había perdido el trabajo y no pudo pagar la colegiatura, paso dos semanas sin comer hasta que volvió a casa. Tenía miedo de contarnos y se sentía un fracasado.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir... Que algo malo debe estar pasando con tu familia como para que te sientas así... Es un instinto paternal del cual carezco, afortunadamente.- Se volvió a reír.

Tal vez tenía razón. El sentimiento de extrañarlos no era el mismo que el que sentía en ese momento. El insomnio no era un problema, había aprendido a dormir pocas horas y no necesitar más que eso luego de las batallas con Gigantomachia, si era un problema su estado anímico, el cual no cambiaría hasta no saber qué sucedía fuera del Tartarus.

Se levantó de la mesa y golpeó la reja donde estaba el guardia nocturno esperando que vinieran a reemplazarlo para el cambio de turno.

-¡Ey!.- Golpeó. El hombre levantó la mirada.- Llama a Konketsu, dile que la necesito. Ahora.

All for Them [Shigadabi/Dabishiga Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora