A la mañana siguiente cuando todos se despertaron y bajaron al comedor para desayunar se percataron de que Caroline seguía en sus aposentos. Freya se preocupó un poco y le pidió a Irina que fuera a ver si estaba bien.
Irina subió a la habitación de Caroline, llamó a la puerta un par de veces, nadie le abrió, así que, no dudo en entrar sin preguntar.
Al entrar en la habitación y dirigir la mirada hacia el lado izquierdo, donde reposaba la cama de Caroline, se encontró con una escena desconcertante. Allí, en medio de la amplia cama, Caroline yacía en una posición que sugería la presencia de otra persona. Sus piernas estaban entrelazadas como si estuviera abrazando a alguien ausente, mientras que sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho, como si estuviera envolviendo a alguien en un cálido abrazo por la espalda.
La primera impresión fue la de un momento íntimo compartido, pero al darse cuenta de que la cama estaba vacía, surgió una sensación de desconcierto. ¿Con quién estaba Caroline abrazándose de esa manera? La intriga se acentuó al notar que su cabeza no descansaba sobre la almohada, sino que parecía flotar ligeramente en el aire, como suspendida en un sueño profundo y enigmático.
Con paso vacilante y el corazón latiendo con fuerza, se acercó a Caroline, sintiendo una mezcla de nerviosismo y preocupación. Con delicadeza, le sacudió suavemente el pelo en un intento de despertarla de su extraño trance. La incertidumbre llenaba el aire mientras esperaba a que Caroline reaccionara. Finalmente, después de unos momentos de agitación, Caroline abrió los ojos con un sobresalto, su mirada reflejando confusión y sorpresa al encontrarse de repente en la realidad de la habitación. Con gestos torpes, se incorporó, apoyándose en el cabezal de la cama, mientras trataba de orientarse en el mundo que la rodeaba después de su placentero y reconfortante sueño en compañía de William.
—¡¿Irina?!– exclamó avergonzada y nerviosa Caroline mientras miraba a William y a su amiga.
—¡¿Qué te ha pasado estabas como abrazada a alguien y tu cabeza...– no fue capaz de acabar su frase.
—Sí, es William, pero no es lo que parece, lo juro.
—¡¿William?!– preguntó confusa Irina.
Caroline no recordaba que solo ella podía verlo, y la ansiedad comenzó a dominar su cuerpo, ya que se había delatado a si misma.
—¡¿Estás acostada con William?!– exclamó sin palabras su amiga.
—Sí, pero no es lo que tú estas pensando Iri, lo juro, él...Yo...Te prometo que no es lo que estás pensando...Te lo voy a explicar todo en cuanto me cambie, lo juro...
Irina no dio ninguna respuesta porque no sabia que responder a eso. Simplemente comenzó a retroceder lentamente con pasos muy pequeños.
Caroline al ver que su amiga se iba y ya se había girado, ella comenzó a bajarse la parte superior del camisón, revelando su espalda y hombros lesionados. No le dio importancia ya que pensaba que su amiga ya había salido de la habitación.
—Oye Caroline, yo lo...– iba a disculparse con su amiga por gritarle cuando tenía tanta presión en su interior, pero al ver las lesiones y su enrojecida espalda se quedó impactada y la tristeza y la preocupación empezaron a dominar su ser.
Durante unos minutos, se quedó contemplando a su amiga, con lágrimas brotando en sus ojos, indecisa sobre si preguntarle sobre su estado o mostrarle su afecto. La lucha interna era palpable en su mirada, pero tras un breve debate consigo misma, decidió intervenir. La preocupación y la tristeza finalmente superaron sus dudas, y se acercó a su amiga con determinación.
—¿Cuándo me lo ibas a contar? ¿Cuándo ibas a dejar de guardar este secreto?
Caroline se quedó congelada por tal acusación, su primera reacción fue volver a subirse el camisón, y taparse el pecho con sus manos, se quedó de espaldas a su amiga unos segundos hasta que Irina caminó hasta posicionarse delante de ella.
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La Arquera
FantasyCaroline, perdida y agotada por la monotonía de su vida, nunca imaginó que su destino estaba a punto de cambiar. De repente, se encuentra en un reino mágico, oculto y desconocido, repleto de criaturas extraordinarias y paisajes inimaginables. Pero n...