La Arquera

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Marcus, un elfo de la pacífica tierra de Cyndor, vivía una existencia tranquila antes de que todo cambiara. Su vida en el bosque verde y sereno de su hogar estaba lleno de sencillez y alegría, conocido por su bondad y humildad, Marcus, disfrutaba de los días soleados y de las noches estrelladas, rodeado de la naturaleza y de la compañía de su familia. Era un joven elfo con un corazón puro, y su vida estaba llena de sueños y esperanzas para un futuro de paz y armonía.

Pero todo cambió en el momento en el que la primera masacre llegó a su mundo. Cyndor fue invadido por un ejército oscuro, liderado por el temido hechicero Logan. Los elfos, desprevenidos y desorganizados, cayeron ante la fuerza bruta y despida de sus atacantes. Los campos que una vez fueron verdes y vivos se tiñeron de rojo y gris, y el caos se apoderó de todo. Fue en medio de esta carnicería, cuando Marcus intentó proteger a su familia, pero fue capturado por Logan durante este intento.

Logan, el líder de aquellas tropas, conocido por su sed de poder y crueldad, no vio a Marcus simplemente como un elfo, sino como un valioso recurso, ya que fue de los pocos sobrevivientes de la masacre. El hechicero tenía un interés particular en las habilidades y la esencia de los elfos, y veía en Marcus, una oportunidad para experimentar y expandir su influencia negativa. Con un hechizo oscuro, lo convirtió a Marcus en un espíritu, despojándolo de su forma física pero manteniendo su conciencia intacta. Marcus, ahora atrapado entre los mundos de los vivos y los muertos, se encontraban en un limbo de sufrimiento y desesperación.

Logan no se contentó con solo torturar a Marcus; lo sometió a un control total. El elfo, ahora un espíritu atado a la voluntad de su captor fue forzado a realizar tareas inhumanas. Cada resistencia a las órdenes de Logan, traía consigo severos castigos. Éstos castigos incluyen golpes físicos, brutales, daños psicológicos e incluso utilizó un cruel método de privación, que consistía en restringir su acceso a la energía y al sustento. Marcus fue alimentado únicamente para mantenerse fuerza para las misiones, pero su vida era una cadena interminable de tormenta y desdén.

El tormento se intensificó cuando Logan, en busca de más poder y formas de manipulación, descubrió un antiguo conjuro de mutación. Este hechizo tenía el poder de transformar a los seres en nuevas formas u otras personas, permitiendo que sus cuerpos se adaptaran y evolucionarán para cumplir propósitos  específicos. Logan decidió que Marcus sería el que más aprovechará aquel potencial. Con aquel hechizo en sus manos, el elfo fue sometido a una transformación dolorosa y degradante, un proceso que cambiaría su existencia para siempre.

El resultado de este experimento fue la creación de una nueva identidad para Marcus. Una identidad que cambiaría cada vez que Logan lo viera necesario. La metamorfosis no solo alteró su forma física, sino que también modificó su alma, creando una lucha interna constante, entre el antiguo Marcus y la nueva identidad de William o de la persona que Logan hubiera elegido. La transformación fue tanto un castigo como una herramienta de control, y Marcus perdió por completo su identidad pasada, así como cualquier conexión con su familia. Que desde no hacía mucho daba por muerta.

A medida que William se adaptaba a su nueva existencia, bajo el yugo de Logan, la sombra de su antiguo yo persistía en su mente, aunque por cada día que pasaba más se debilitaba. Cada misión, cada orden, y cada castigo eran recordatorios de la vida que había perdido y el ser que una vez fue. Separado de su familia y de todo lo que conocía, Marcus se convirtió en una marioneta en manos de Logan, un ser que se debatía entre el dolor de su pasado y las exigencias de su presente.

Todos estos capítulos de su vida, llenos de sufrimiento y degradación, fueron el inicio de un largo camino marcado por la lucha interna y la búsqueda de redención. Marcus, atrapado en el cuerpo y la mente de William creados por Logan, llevaba consigo las cicatrices de su pasado y las marcas de sufrimiento, mientras navegaba por un mundo que él era cada vez más ajeno.