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En el pasillo resonaban los ecos de los pasos de sus amigos huyendo, mientras las sombras se cernían sobre la mazmorra. El lugar estaba rodeado de un aire denso y frío, cubierto de humedad y con un ligero rastro de sangre que revelaba los terribles sucesos que habían ocurrido allí. Al fondo, un grupo de guardias discutía en voz baja, sus rostros endurecidos por la determinación de capturar a su presa.

El silencio se rompió de repente por un sonido suave, que fue seguido por un grito ahogado que resonó en el aire. Un guardia cayó al suelo mientras temblaba por la flecha que le atravesaba el hombro. Los demás guardias se volvieron, furiosos y sorprendidos, mientras el caos se desataba a su alrededor. El clima era tenso.

Con el tiempo corriendo en su contra, la figura retrocedió y buscó refugio detrás de una columna de piedra. Mientras evaluaba la situación, se detuvo un momento, respirando rápidamente. Cada movimiento contaba, su mente estaba alerta.

El metal brillaba tenuemente en la oscuridad cuando desenvainó su espada. Era consciente de que debía actuar de inmediato. Caroline bloqueó con fuerza su ataque y sintió el impacto recorrer su brazo cuando el primer guardia que se acercó fue recibido con un golpe preciso.

-¡No permitiré que ganes tan fácilmente! -declaró con firmeza.

Aprovechando la situación de descuido, lanzó un contraataque con rapidez, impactando en el costado del guardia, quien cayó de rodillas y no pudo continuar la batalla. Sin embargo, no había tiempo para relajarse. Los otros guardias, furiosos, se acercaron a ella con la intención de agarrarla.

Caroline se movía con agilidad, utilizando su entorno a su favor, decidida a no dejarse atrapar. Con un movimiento rápido, desarmó a un guardia y lo derribó con un rodillazo en la cara. El hombre cayó al suelo inconsciente cuando el impacto resonó.

Los demás comenzaron a retroceder, pero no pudieron detenerlo. Caroline avanzó, su frente estaba empapada de sudor y su cansancio comenzaba a hacer mella, pero su voluntad seguía firme. Sabía que estaba luchando no solo por su vida, sino también por la libertad de sus amigos.

Un guardia más alto y poderoso se acercó a ella, su espada resplandeciente en la oscuridad.

-Hoy morirás, deja de resistirte, habéis liberado a un prisionero, tú y tus amigos merecéis la muerte.

-¿Quién dice eso?

-Nuestro gobernador.

Caroline dejó escapar una risa sarcástica.

-Por favor, no me hagas reír, hace mucho que nadie le teme. Yo no le temo.

Aunque se sintió intimidada, Caroline no se dejó intimidar. Se lanzó hacia él con determinación.

Ambos golpearon con fuerza, chocando el metal de sus espadas. Con cada ataque, Caroline se movía con gracia, tratando de debilitarlo. El guardia logró un corte en su costado y retrocedió, pero luego contraatacó rápidamente. Con un giro rápido, Caroline detuvo su ataque y luego le clavó un corte preciso en el brazo.

-No es necesario que compliques las cosas -expresó, con su voz reverberando en la mazmorra-. Solo te ofreceré una oportunidad: aléjate y te permitiré una muerte rápida.

El guardia no tenía otra opción que buscar una salida. Caroline lanzó toda su fuerza en un último grito de desafío. El guardia cayó al suelo después de que la espada cortara el aire. La piedra fría de la mazmorra estaba manchada por la sangre que brotaba de su herida.

No obstante, la victoria era temporal. El sonido de los pasos se intensificó en la oscuridad y un grupo adicional de guardias se presentó, alertados por el sonido de la batalla. La emoción regresó a Caroline. Debía actuar de inmediato; no podía permitirse el lujo de detenerse.

Un guardia más, que parecía más hábil que los anteriores, se acercó a ella. La luz tenue iluminaba su espada, y la determinación se reflejaba en sus ojos. Caroline se movió rápidamente para esquivar el primer golpe, pero el guardia fue rápido y su espada pasó a unos centímetros de su rostro, dejando un rastro frío.

Caroline respondió con un grito furioso y le golpeó el muslo. El guardia gritó, pero respondió rápidamente y se lanzó hacia ella con una nueva furia. Mientras intercambiaban golpes, las espadas chocaron y el sonido del metal resonó en la mazmorra. Caroline atacaba con rapidez y precisión, pero el guardia respondía con fuerza, tratando de hacerla retroceder.

La batalla, un duelo mortal entre la vida y la muerte, continuó. El suelo estaba cubierto de sangre de los fallecidos, y la atmósfera se agravaba progresivamente. Caroline se dio cuenta de que sus músculos estaban agotados y decidió que debía terminar la pelea por completo. Con un giro imprevisto, logró desarmar al guardia y apuntó con su espada hacia un lado.

-¡Esta es tu última oportunidad! -exclamó Caroline, sosteniendo su espada en alto de manera amenazante.

Sin embargo, en un desesperado intento, el guardia se dirigió hacia ella con la intención de atacarla físicamente. Caroline se movió rápidamente y lo empujó hacia atrás, poniéndolo de rodillas. En un instante, con el corazón palpitando con fuerza, se lanzó sobre él y atravesó su torso con un movimiento preciso.

El guardia cayó al suelo, su vida se desvaneció de sus ojos. Caroline se levantó con jadeo y examinó su entorno. La mazmorra estaba llena de cuerpos, el aire estaba lleno de un olor a metal y sangre. El silencio que había caído sobre el lugar era solo una señal de lo que ocurriría.

Sin embargo, hasta ahora, había obtenido la victoria. Caroline recogió su arco y sus flechas con determinación en sus ojos, preparada para enfrentar cualquier cosa que pudiera ocurrir. La lucha no había llegado a su fin; sabía en su interior que había más enemigos al acecho, y la lucha por la libertad apenas había comenzado.

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