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En el exterior del palacio Irina y James esperaban pacientemente, sus miradas fijas en la puerta por la que su amiga Caroline debía regresar. La tensión en el aire era palpable, cargada de expectativa e incertidumbre. Ambos sabían que la reunión con la princesa era un momento crucial para Caroline, pero desconocían qué emociones la acompañarían al salir.

James se paseaba de un lado a otro, sus pasos eran medidos pero inquietos. Irina, sentada en un banco cercano, retorcía nerviosamente el borde de su vestido. Ambos compartían el mismo silencio cargado, cada uno perdido en sus propios pensamientos sobre las posibles reacciones de Caroline. ¿Volvería radiante, llena de confianza y entusiasmo por lo que había aprendido de la princesa? ¿O quizá estaría nerviosa, insegura por las palabras que habría escuchado? ¿Tal vez asustada, cargando con nuevas responsabilidades que ni ella misma comprendía del todo?

No sabían qué esperar, pero ambos estaban decididos a estar listos para lo que Caroline necesitara. Si ella regresaba con una sonrisa radiante y ojos brillantes, la acompañarían en su alegría y celebración. Si volvía con los hombros encogidos y una expresión de incertidumbre, la apoyarían con palabras de aliento y comprensión. Y si llegaba con lágrimas en los ojos, asustada por lo que el futuro podría traer, la envolverían en un abrazo reconfortante, asegurándole que no estaba sola.

La puerta finalmente se abrió con un leve chirrido y ambos contuvieron la respiración. Caroline apareció, su figura estaba enmarcada por la luz de los candelabros del jardín.

Sus ojos buscaron a sus amigos y, al verlos, una mezcla de emociones cruzó por su rostro. Irina y James se prepararon, sus corazones latían al unísono con la esperanza y la preocupación unidas, listos para recibir a su amiga sin importar lo que la princesa le hubiera contado.

—¿Cómo ha ido rubita?– preguntó James.
—¿Cómo te sientes?– intentó averiguar su amiga con aquella pregunta.

Caroline se miró los dedos, que estaban rojizos por la poca sangre que se había hecho en el despacho de la princesa, angustiada por lo que le había contado su majestad, miró a sus amigos con los ojos vidriosos.

—Tiene un plan...Que creo que no me terminó de contar porque yo salí corriendo...Pero...Se que Freya lo necesita a él...Necesita a...Él debe estar...– intentó explicar con dificultad porque el aire de sus pulmones se comenzaba a cortar lentamente.

—¿Quién debe estar Carol?– preguntó con un tono de voz que irradiaba serenidad y comprensión. Acompañando la pregunta con una caricia en su hombro.

—William...Dice que William es crucial, no comprendí porque, pero dejo muy claro que él muy muy importante– respondió frunciendo el ceño, porque no le gustaba esa parte del plan.

—¡¿Qué dices?! ¿Tienes que trabajar con ese cabeza hueca?, si ni siquiera sabes nada de él desde hace días- exclamó indignada Irina.

—¿Qué hay de malo? ¿No es amigo de Carol?– preguntó confuso James.

—Sí...No...No lo sé– contestó confusa.

—Ya te digo yo James, que no, no es su amigo, ¿me oyes? No es tú amigo Caroline– respondió a ambos con un enfado que nunca habían visto en ella.

—¿Por qué tanto odio al pobre chico Irina?– preguntó bastante confuso su amigo.

—Veras... Ese hombre, bueno, en realidad no es ni un hombre, ese pedazo de hijo de puta, es peor que Logan en el sentido emocional, enserio, si algún día le sucedería algo, tengo muy claro, que yo no le lloraría, y seguro que Caroline tampoco le lloraría a ese ser.

—Bueno...Yo...No sé si...– ella seguía teniendo emociones encontradas sobre William.

—¡Es despreciable, no puedes dudar Caroline!

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