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Nira, llena de inquietud, se dirigió hacia la joven que podría haber perdido la vida en aquella confrontación, solo por querer vengar una injusticia.

—Déjame ver tu cuerpo de cerca— le pidió la elfa.

Caroline la miró nerviosa porque entendió la frase de otra manera.

—No es el momento, y me parece una falta de respeto— le riñó Irina.

—Iri, no es de la manera que tú crees. Los elfos tenemos dones curativos, si me enseñas los cortes y heridas que Lily te hizo, puedo curarte.

—Oh...Disculpa. Sí claro, pero, aquí delante de todos no.

—Aquí no lo haremos, tranquila. Entraremos a mí hogar, por suerte no lo destruyeron.

Nira condujo a Caroline hasta su hogar, que se encontraba a poca distancia. Era una modesta construcción de piedra, con un aire rústico y antiguo. A pesar de su atractivo, la casa evidenciaba signos de descuido: la superficie de las piedras estaba recubierta por una delgada capa de polvo que se había acumulado durante varios días sin ser limpiada. Las ventanas, enmarcadas en madera envejecida, estaban parcialmente cubiertas de telarañas, y la puerta de madera emitía un leve crujido al abrirse, revelando un interior sombrío y desordenado.

—Perdona el desorden Carol, muy poco después de que mis padres desaparecieran me llegó la invitación al baile y no pude arreglar nada por la tensión de la situación— le intentó justificar.

—No te preocupes Nira, no es importante. 

Nira guió a su amiga hasta una acogedora habitación que tenia una cama de matrimonio.

—¿Qué necesitas que haga?

—Necesito que te quites la ropa y te tumbes en la cama relajada.

Caroline, algo nerviosa, comenzó a desabotonarse la camisa con lentitud. La tela se deslizó por sus hombros, exponiendo su piel al aire fresco. Se detuvo un instante, mirando por encima del hombro a la elfa.

—¿Es necesario que me quite también la ropa interior? —inquirió, con la voz ligeramente temblorosa mientras señalaba sus prendas íntimas.

—No, no es necesario que estés completamente desnuda, tranquila —le respondió la elfa con una sonrisa amable—. Con que te quites la ropa exterior, será suficiente.

Aliviada, Caroline se despojó rápidamente de la camisa, dejándola caer al suelo en un suave pliegue. Se inclinó para desatar sus botas, quitándoselas una a una y dejándolas a un lado. Ahora, de pie en ropa interior, tomó una profunda respiración antes de girarse hacia la elfa, sintiéndose tanto vulnerable como un poco cohibida.

—Ya está Nira.

—Bien, túmbate por favor.— le pidió su amiga señalando la cama.

Caroline se recostó en la cama, llevando instintivamente las manos hacia su pecho en un intento de cubrir su sujetador. Experimentaba incomodidad y nerviosismo, y la vulnerabilidad impregnaba el ambiente de la habitación.

—Necesito que retires tus manos de tu pecho —dijo la elfa con un tono suave pero autoritario—. Por favor, recuéstate de manera normal.

Caroline la observó, sus ojos mostraban una mezcla de vergüenza y disculpa.

—Lo siento —susurró mientras retiraba lentamente las manos de su pecho, esforzándose por relajarse mientras se acomodaba en la cama.

—Bien, voy a empezar, primero veré si tienes heridas internas, antes de sanar las heridas visibles.

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