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Caroline desapareció de su mundo sin dejar rastro y, con una crueldad que nunca podría haber imaginado, nadie la buscó. Este abandono fue una confirmación devastadora de su insignificancia, algo que ya temía en el fondo de su ser. Cuando llegó a su nuevo hogar, lejos de encontrar un refugio, se enfrentó a responsabilidades desmesuradas, a las que tuvo que adaptarse de inmediato sin recibir ayuda.

Desde pequeña, Caroline había aprendido a lidiar con un entorno hostil. Sus padres trabajaban mucho, por lo que estaban mucho tiempo fuera, y sus amigos cercanos estaban absortos en sus propios problemas y conflictos, apenas le prestaban atención. Cuando lo hacían, sus interacciones eran frías y distantes, cargadas de críticas y desaprobación. Caroline anhelaba desesperadamente su cariño, pero cada día se encontraba con un muro de indiferencia. Sus intentos de agradar, de cumplir con expectativas invisibles, solo la sumían más en la ansiedad y el auto desprecio.

El ámbito educativo no fue mejor. Caroline se convirtió en un blanco fácil para las burlas y el acoso de sus compañeros desde primaria. Era una niña tímida, con una voz suave y una disposición tranquila que los otros niños interpretaban como debilidad. Sus torpes intentos de integrarse la convirtieron en objeto de risas crueles. Recordaba cada apodo hiriente, cada empujón en los pasillos, cada mirada de desprecio que la seguía como una sombra persistente.

El impacto de este constante maltrato psicológico fue devastador. Caroline desarrolló una inseguridad paralizante y una ansiedad constante que la acompañaba como una segunda piel. Las noches eran especialmente difíciles, plagadas de insomnio y pesadillas. Se mordía las uñas hasta sangrar, y sus dedos estaban constantemente retorcidos por la tensión. A menudo se preguntaba si alguna vez encontraría un lugar donde sentirse segura y aceptada.

En su nuevo instituto, Caroline no tuvo la oportunidad de crear una amistad sólida antes de desaparecer. Los habitantes de este lugar desconocido, ocupados en sus propios problemas, no tenían tiempo ni paciencia para una joven asustada y desorientada. En lugar de ayudarla a adaptarse, le asignaron tareas inmensas que parecían diseñadas para quebrarla. Cada día, Caroline se enfrentaba a una lista interminable de responsabilidades, y la presión de cumplirlas sin ayuda la aplastaba.

El verdadero terror vino en la forma de Logan, un hombre mayor y poderoso que no solo la atacó físicamente, sino que también la sometió a un chantaje emocional devastador. Logan era astuto y cruel, y sabía exactamente cómo manipular a Caroline. Utilizaba sus miedos y sus inseguridades en su contra, recordándole constantemente que no valía nada, que nadie la había buscado porque no era importante. Estas palabras, dichas con una frialdad despiadada, la destrozaban.

La comunidad, consciente del peligro que representaba Logan, decidió que Caroline debía ser quien lo enfrentara. Le asignaron esta misión sin ofrecerle apoyo ni preparación, viéndola como una solución conveniente a su problema. La responsabilidad era abrumadora, y Caroline se encontraba al borde del colapso bajo su peso. La ansiedad que la había acompañado durante toda su vida se intensificó, y comenzó a autolesionarse como una forma de lidiar con la presión. Se quemaba la piel con agua caliente, el dolor físico servía como una distracción temporal del dolor emocional.

En medio de este caos, la compañía de Irina fue un respiro necesario. Irina era amable y comprensiva, y sus conversaciones a menudo ofrecían un alivio momentáneo. Pero incluso su presencia no podía calmar completamente la tormenta en la mente de Caroline. Había momentos en los que, a pesar de la calidez de Irina, Caroline se sentía irremediablemente sola, atrapada en una espiral de ansiedad y miedo.

Las interacciones sociales en este nuevo mundo también eran un desafío constante. Frente a personas desconocidas, o incluso ante William, Caroline se sentía completamente expuesta. Cada conversación era una prueba, y cada palabra tenía el potencial de herirla profundamente. Pero era especialmente aterrador cuando el tema de Logan surgía. Hablar de él, escuchar su nombre, la dejaba desarmada, como si estuviera desnuda y vulnerable a cualquier ataque.

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