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Lugar: Casa Saotoko

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El sol por fin aparece, la mañana se siente fría talvez este helada pero el sol se muestra por las ventanas muy lentamente y eso da la confianza de que hará un día muy bonito, dentro de aquella casa, en un cuarto en particular se puede observar a varias muchachas, todas dormidas en sus futones sus rostros están tranquilos y se notaba que habían tenido un sueño reparador, una se movió y volvió a acomodarse para seguir durmiendo, parecía que nada ni nadie podría levantarlas.

- ¡Levántense ahora mismo! -gritaron con molestia mientras abrían la puerta con fuerza. De un brinco todas las demás chicas lo hicieron.

O bueno, talvez ella sí puede levantarlas.

- Que están esperando ¡Arriba! -molesta se acerco a ellas mientras les quitaba la cobija a algunas.

- Buenos días a ti también. -dijo con sarcasmo una de ellas, era la mayor de todas con 17 años en aquel lugar, tenia los ojos de un tono violeta oscuro y su pupila era mas clara, sonrio al ver como esa pequeña les habia fastidiado su tan recomfortante sueño. Chinako era su nombre.

- Ningún buenos días, ya deberían al menos estar despiertas chinako. -le regaño. Veía algo molesta a la más pequeña entre todas, noto como su cabello, de un hermoso color negro, estaba amarrado hacia atrás con un lazo blanco y el como se veía muy bien peinada la hacía ver un poco mayor. La menor de todas en aquella casa.

- Ah~ vamos no tenemos visitas hoy. Relájate. -se quejo. Regreso a verla y vio como una de las chicas a la cual ya le había quitado la cobija la había tomado de nuevo y se había tapado el cuerpo con ella.

- No me pidas eso. Sabes muy bien a qué hora es el desayuno. Es más todas -miro a todas las mujeres de la habitación- todas lo saben, por mi mueran de hambre, solo venia a avisar. -la expresión de la mayor se endureció, ella mejor que nadie sabía su tan estricto horario de comida eh incluso la cantidad, ni siquiera podian ser más comprensivos, las niñas como aquella que le estaba regañando apenas tenía 9 años y necesitaba una muy buena alimentación pero sobre todo eso ella era mucho más madura que ellas que tenían más edad. Eso le molestaba a veces.

- En parte tiene razón. -comento una, Yuu era su nombre, 15 años, con el cabello negro y sus ojos verdes- no podemos llegar tarde.

- Agh~ tenías que decirlo! ¡Estaba tan cómoda! -se quejo Sayuri una chica de 15 con el cabello negro sin embargo tenía ligeros mechones morados.

- Anda levantémonos, no queremos perdernos el desayuno. -comento Yuu de nuevo, con eso las otras 10 mujeres a regañadientes tuvieron que levantarse y empezar a arreglarse.

- Bien. -con eso la menor se fue dejándolas para que se cambiaran. Luego de cerrar la puerta corrediza y avanzar un par de pasos por la casa y perderse por un pasillo, Sayuri que estaba oyendo desde la puerta que la menor no volviera y quién feliz de que se fuera totalmente comenzó a quejarse.

- ¡Cual es su problema! ¡Ni siquiera puede ser más delicada! -chinako no dijo nada, era cierto que cada mañana era ella quien las despertaba pero no era precisamente lindo. Siempre entraba de golpe y no era muy delicada al asunto de tratar bien a los demás, pero eso la hacía ella y era agradable en ciertos momentos.

Ella no tenia la culpa. Su madre definitivamente si.

Kaīmi era una niña aún, pero el que fuera más madura que todas se debía a su madre que no habían tenido la dicha de conocer, ella había llegado a sus 4 años a esa casa vendida, según rumores, porque su madre era de alli también, una pobre niñita sola con una carita tan apagada y triste que parecía que le habían arrancado la vida sin ni siquiera empezarla, había sido comprada por los dueños de la casa y cuando le dijeron que cuando creciera sería ofrecida a un hombre no se negó al contrario se quedó y las ayudó, era muy buena a pesar de haber sufrido y agradecían en silencio que así fuera. Chinako pensaba cuidarla el tiempo que pudiera para que cuando ella fuera comprada kaīmi pudiera ser fuerte. A pesar de ya serlo.

Sangrienta luna de Amor ✿Michikatsu Tsugikuni✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora